lunes, 5 de agosto de 2024

Un rant sobre el color, el streetwear, las siluetas amplias y los zeticas

¿Me extrañaban? Yo sé que no mucho. Yo tampoco extrañaba esto, y creo que por eso es aún más divertido volver. Hace unos días llegó la factura de este dominio y pensé: ¿vale la pena renovarlo? Mientras escribía esto, aún no lo decidía. Pero, si están leyendo esta entrada, de seguro sucumbí. O decidí volver a Blogspot, como en el inicio, por allá en 2011. Sinceramente, este espacio siempre ha sido un lugar extraño de experimentación, de conectarme con mis ideas, de pretender que puedo ser mi propio estratega de marketing, y aprender de lo que surja para crear cosas en otros entornos. Resulta también irónico que el punto de partida de la historia de moda que construimos por tantos años, sea una ventana olvidada a la que miro cada cuatro años. 

Y qué curioso que vengo acá, hoy, a quejarme de una nueva generación. Sobre todo, cuando este fue un espacio para defender la inocencia y la ingenuidad de crear sin mayor idea del mundo. Y aún no tengo tantas ideas como quisiera, y mucho menos sigo siendo una parte activa de esta nube de comentaristas que inundaron los canales digitales. Pero tengo las suficientes para poder pegar el grito en el cielo, como el old man yells at cloud.

La vida sigue en ese camino de la distopía que he aprendido a disfrutarme, y siempre será irónico que un tipo tan aburrido como yo hable de la inestabilidad y el caos como una constante. Pero hemos aprendido a fluir en nuevos escenarios, y estamos orgullosos de eso. Y nuestra visión ha cambiado, más de lo que disfrutamos admitir y menos de lo que deberíamos. Pero ha cambiado.

Es en esta transición en la que surge la idea de este post. El color se volvió parte esencial del clóset, aprendimos a vestirnos para otros climas, experimentar con siluetas se nos volvió una fascinación adquirida, y cada día desdibujamos cualquier línea que pueda definir cuál es nuestro estilo. Esas licencias que se permite uno luego de llevar más de diez años identificándose con una industria que sigue siendo un universo inalcanzable. Y, como un orgulloso late millennial, no deja de sorprenderme el hecho de que esa idea no migró a la generación siguiente.

Mi ojo de etnógrafo mediocre capta un par de cosas. Los uniformes sociales, las tendencias que se quedan más de lo estimado, la velocidad de consumo que cada día tiene menos sentido, esas cosas ya no pasan desapercibidas. Y notarlas hace parte de un panorama cargado de insights que parecen solo comentarios lanzados al aire.

Yo sigo sin entender qué entienden por el concepto aesthetic, aun cuando me han acusado de tal crimen más de una vez. Sigo sin comprender cómo se construyen, de forma identitaria, las estéticas de los pelades. En especial, porque ese salto generacional donde el consumo es veloz y la identidad es un objeto casi que de opinión pública, sucedió de un modo… inesperado. Hoy por hoy, el eje del entretenimiento se volvió ese consumo indiferente e inevitable de contenidos, en el que cualquier cosa puede o no ser una tendencia. Todo parece relevante en esa nube digital de videos cotidianos en los que la curaduría es un proceso casi accidental, y en los mercados que se adaptan en suplir una demanda que puede o no suceder, dependiendo de qué tantos fotogramas traten de volverlo un hecho tangible.

Pero un par de cosas sí se volvieron el estándar. Sacrificamos los skinny jeans en aras de la comodidad (pero eso les pasa porque nunca aprendieron cómo comprar jeans cómodos, y no es culpa de los skinny amadosadoradosnopuedovivirsinellos), y la paleta de color se volvió… aburrida. ¿Alguna vez, en esos saltos generacionales de una suerte de evolución social del último siglo, tuvimos una paleta estándar tan mediocre?

Pienso en el groovy, que hizo su comeback hace un par de temporadas. Y en el Y2K, que hizo lo suyo por allá en el 2022. Y hasta el problemático coquette, lleno de ideas retrógradas sobre el vestuario (y la feminidad, pero eso es otro tema). Y ninguna de esas paletas era un masacote de grises, blancos y cremas sin alma…

Y este rant, porque es eso, un rant, viene a quejarse de esa idea del uniforme social en un entorno que se presta para todo, menos para eso. Entonces nos toca conversar sobre el acceso a la información, la velocidad del contenido, la variedad de voces, el exceso de nichos y una defensa casi que irrefutable de la individualidad; que se convierte en una masa donde los chiros perdieron una de sus categorías más importantes en su construcción semiótica como lenguaje: la expresión.

Porque, además de sentirte cómodo, ¿qué expresas con un jogger beige? Es una prenda que habla como una h, silenciosa y hecha para cumplir unos casos particulares que requieren un sonido específico, pero muda en esencia.

Mi look favorito del año, en clave neón y colorcitos muy millennials.

Y diría Twitter, porque este rant se cocina desde un tuit de como por allá en mayo, sobre estar en “the gayest of times”. Y no sé si resulta una queja segmentada o si, como comunidad, luego de cargar en nuestros hombros el peso de la historia de la moda contemporánea, la expectativa es muy alta, pero, ¿de dónde viene ese sentir más queer de cumplir con ese código uniforme casi que a rajatabla?

En uno de esos análisis medio antropológicos que se hacen al consumir contenido porque, y párenle bolas a esto, ahora grabo videos para tiktok, me surgió esa pregunta. ¿Por qué en the gayest of times es cuando más obsesionados estamos con la tibieza del beige? ¿Es tal vez una muestra de que el vestuario pasa a un segundo plano cuando tenemos una libertad de expresión mayor? ¿Es acaso un modo más de decir que dejamos ir la idea de los íconos queer cuando nuestra existencia deja de ser una protesta en sí misma? No lo sé.

Pero, para no hacer más extenso este cuento, esta es una carta abierta al color. A las siluetas, en todas sus formas, a los brillos cotidianos, a las muestras de individualidad, a la comodidad de la exuberancia. Y un cuestionamiento constante a construir identidades a partir del vestuario. A volver a divertirnos, a mostrar, a hacer voltear cabezas, a incomodar, a recordar que hay algo maravilloso en volver memorable lo cotidiano. Y, sobre todo, a recordar que en the gayest of times, lo último que tenemos que ser es heteronormados.

Por su atención, gracias,

Camilo Alberto.

  

jueves, 6 de agosto de 2020

Colombiamoda 2020: Producciones en medio del distanciamiento social

En efecto, este artículo debía estar listo antes de la feria, pero el tiempo es un gran curador y decidió que, con una visión mejor pulida, escribiéramos esto después de ver las puestas en escena más importantes del evento. Y creo que la única razón por la que quería publicarlo previamente era darle un peso mayor a una realidad que yo daba por hecha, antes de que fuera pública para todos. Más bien, quería poner sobre la mesa una cuestión bien importante que poco íbamos a mencionar con cada fashion film que pudimos ver: si tenemos presente que seguimos en medio de una pandemia que detuvo completamente al mundo, ¿qué tan ético resultó saltarnos la cuarentena para grabar videos sobre ropa? 

La moda nacional, y nuestras constantes ganas de consumir material y hablar con propiedad del asunto, llevó toda nuestra atención a las propuestas de Colombiamoda de un modo particular. Podemos hablar de que esta edición democratizó las pasarelas, abrió nuevas perspectivas sobre imagen de marca y dejó muy en claro cuáles son los nuevos retos a los que se enfrentan las empresas del sector, ahora cuando sus presentaciones sobreviven a punta de un componente audiovisual bien importante. Creo yo que más adelante hablaremos de las lecciones específicas que quedaron en el tintero, tal vez me decida a narrar algunas de las ideas que me parecen dignas de discusión, pero por ahora, hay una sola idea que me ronda la cabeza: ¿en qué condiciones de bioseguridad se produjeron los videos que vimos durante tres días en la plataforma de Inexmoda? Pero, sobre todo, ¿qué tan importante resultaba este proceso para definir los estándares éticos de la moda colombiana?

Esta foto del backstage de Lugó Lugó es bien curiosa. Si bien, la marca vende tapabocas desde el inicio de la pandemia, en su colección fueron casi que completamente ausentes. Hasta este momento.

Yo soy un tipo que colorea dentro de la línea. En general, suelo jugar bajo las reglas dispuestas, y tengo una ligera obsesión con determinar los límites, los pros, los contras y los peros. Por eso, lo primero que pensé cuando hablaron de que veríamos puestas en escena es qué norma debíamos saltarnos para reunir la cantidad de gente necesaria para que estos vieran la luz. La confirmación fue necesaria porque, en teoría, no había ninguna prohibición particular a la producción de audiovisuales en espacios cerrados, siempre y cuando se garanticen los protocolos (palabra que ahora volvimos popular) de bioseguridad. Agradecemos acá a @vanebuza que, por Twitter me rotó el dato sobre el marco normativo para grabaciones en Medellín. 

Aún sin existir alguna prohibición explícita, viene la cuestión esencial del tema: ¿qué tan apropiado es seguir adelante con una producción, en un momento donde los contagios suben y las cuarentenas vuelven a ser estrictas? Pensemos en lo que implica esto: operarios de cámaras, estilistas, artistas de maquillaje, modelos, presentadores, personal de prensa y asistentes varios. Aún más arriesgado cuando algunas de estas marcas decidieron trasladarse a una locación externa a la ciudad, y hasta contratar vehículos aéreos privados para esto. ¿Valió la pena reunir a toda esta gente, en estas condiciones, sabiendo que no dejaba de ser un riesgo latente, aún cuando la ley lo permitía? 

Como hemos hablado desde 2019, la ética y su derivación en la responsabilidad social empresarial, son un punto esencial del posicionamiento de una marca. Entonces, debemos definir, ¿qué ejes temáticos incluye esa idea de ética, que bien trillada sí suena? Básicamente, para no sonar rimbombante, la ética corporativa busca mitigar el efecto que nuestra operación crea en la sociedad y el entorno en el que ejercemos nuestra actividad económica. Por todo esto, comprendiendo la situación actual como un filtro de nuestras decisiones empresariales, se abre el debate de lo procedente que resultaba hacer todo ese esfuerzo, en videos en los que ningún modelo utilizó un tapabocas.

Entonces, ¿cuál era la otra opción si hacer videos me parecía tan terrible? Acá, anticipándome a muchas de las preguntas que pueden surgir, creo que no presentarse también era una opción. Pensemos, una vez más, en el panorama general. Yo sé que he hecho estas preguntas una y otra vez a lo largo de los últimos tres meses. Las hice cuando traté de predecir el futuro del sistema, las hice de nuevo cuando quise enfrentar las iniciativas que surgieron buscando soluciones a la crisis que la moda enfrentaría, y las repetí una vez más mientras veía la puestas en escena de Colombiamoda. Ahora, las repito con un tonito de reafirmación, una que creo que deben hacer ustedes más que yo, ¿la moda es realmente importante en un tiempo tan confuso como el que vivimos? Para mí, la respuesta es obvia. 

Admito que, más allá de mis aproximaciones iniciales, toda la feria fue un ejercicio necesario. Y como fue un ejercicio necesario, también dejó muchos aprendizajes sobre el como no proceder. Aún pienso bien cuáles fueron las motivaciones de seguir adelante, cuando todo parecía decir que no era lo más sensato. No me corresponde abrir esa puerta, porque creo que mi labor de observador me lleva a explicar las lecciones de lo que sucedió. Pero sí creo que valió completamente la pena.

Si bien Inexmoda procedió de un modo intrépido y logró darle un giro bien importante a la historia de la moda colombiana moderna, es otro el destino de las marcas que presentaron. Hoy la conversación se abrió retando al modo de proceder de quienes dejaron de lado los valores esenciales de la nueva realidad y cuestionándonos qué vale la pena hacer en nombre de la moda. También, ahí incluimos el capital creativo de las marcas, cuando de marketing y medios se trata, pero eso ya es otra historia. 

Por todo esto, creo que hoy más que nunca, las empresas de la industria deben preguntarse cuál es el retorno de la inversión en Colombiamoda, y cómo pueden participar, en ediciones venideras y en materiales audiovisuales que planeen para el futuro, con un papel relevante y consecuente con la realidad. Porque, quienes lograron destacar en esta edición, demuestran lo que pasa cuando la fuerza corporativa y la inversión adecuada se unen en pro del éxito de una colección. 

miércoles, 29 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: ¿Un nuevo formato es una predicción sobre el futuro?

Vuelvo entre especiales, porque las letras tienen esa maravillosa cualidad de la atemporalidad, para reflexionar sobre los cambios del mundo que creíamos venidero. Y digo creíamos porque, más de una vez, mencioné que ciertas nociones de la realidad que viene hacia nosotros se desvanecen en el esfuerzo de los mercados por mantener esquemas insostenibles, que no pueden desmontarse porque son los que representan ventas reales. Porque sí, la reinvención solo funciona cuando nos permite vender. 

Cuando hablé de la pertinencia de Colombiamoda, en lo primero que pensé fue en el objetivo general de la feria y si este justificaba la inversión en procesos de innovación que se requerían para lograrla. Porque, contemplen el escenario: plataformas que deben soportar un tráfico elevado de usuarios en formato streaming, producciones que implican una movilización importante de personas, patrocinio de eventos y colecciones, entre muchas otras cosas que mueven la economía alrededor de estos eventos. El aporte no era chiquito. Y, si bien, las limitaciones de movimiento han hecho que muchos costos parezcan controlarse, no deja de ser una apuesta que requiere de un trabajo considerable. 

En esa perspectiva, lo más lógico debe ser que el retorno que esperan de esta permita, por lo menos, el cubrimiento del costo y, por ahí derecho, que las marcas que decidieron invertir logren un retorno ideal de esta osadía. Lo pongo también en estos términos porque sabemos que estos espacios no son baratos, ni siquiera digitalmente. Esta vitrina, tan anhelada por muchas compañías, representa un valor que no todos están dispuestos a pagar, se requiere de un músculo financiero bien fortalecido para que, en su medida ideal, dé las ganancias que esperamos conseguir. Por esto, ¿qué pasará cuando cambiemos de formato y lo digital reine como parte de ese costumer's journey implícito?

A la moda le hemos achacado tantas veces la capacidad de narrar la historia, desde una perspectiva casi sociológica, que nos cuesta entender que se estanque en modelos anacrónicos. Las tendencias buscan explicar el mundo con productos creativos que se crean pensando en los rasgos más importantes de las realidades mundiales; y hasta ahí la industria abarca su propósito, así que ahora hay que consultar: cuando todo este proceso creativo que hay detrás del producto, que se supone parte de la innovación, no evoluciona al mismo ritmo que el consumidor, ¿qué pasa? 
 
Por esto, cuando nos dijeron que toda la moda debía volverse digital, se abrió una puerta a discusiones importantes como las que le mostré en Desaceleración, moda y capitalismo: la moda lenta, el diseño consciente, el fin de las rebajas, la disminución de la producción y un pricing mucho más acertado, que beneficie directamente a pequeños creadores de "lujo". Todo esto, bueno, en el papel parecía ideal. Y no quiero que se lea mal, en serio es necesario que algo así suceda, pero la realidad es distinta y no son los pequeños creadores los que hacen parte del control del imperio. De hecho, las marcas grandes han sido las primeras en seguir con el flujo de colecciones (como si a alguien en serio le importara comprar una prenda para resort cuando el turismo sigue cerrado a lo largo del mundo) sin detenerse en un solo minuto. No solo queremos ignorar el hecho de las faltas éticas a las que acude la moda para sostenerse, sino que expresamente dejamos en claro que detenernos no es, ni será, una opción. 

Foto: Street style de Colombiamoda 2019.

Entonces, si ya sabemos que la moda no va a desestimar la pasarela y el show presencial (porque, al final de todo, es una muestra importante de estatus entre invitados y compañías), ¿cuál va a ser la participación real del lenguaje audiovisual en el futuro de la industria? Si lo hablamos a nivel Colombia, la respuesta a esto es bastante sencilla. 

Los diseñadores nacionales, de un tiempo para acá, vienen confiando (y sobrevalorando, un poquito) el poder de la estética que se comparte por medios sociales. Si bien la imagen de marca es un ítem clave en una estrategia de mercadeo saludable, pareciera que muchas compañías de moda lo utilizaran como un único recurso para transmitir toda su experiencia. Eso ha hecho que en los últimos cinco años, la fotografía de moda y el estilismo se formalizaran como cargos necesarios para la industria. Muchos talentos (y algunos que, bueno, no tanto) se abrieron paso estableciendo nuevos códigos de estilo para el material audiovisual, que mantiene vivo el ideal aspiracional de la industria. Pero, si me preguntan a mí, un grueso muy importante de este trabajo se restringió a los feeds de Instagram, y ya. Ahora, lo que sí sabemos es que las posibilidades del audiovisual son mucho más amplias y que son un must para todas las experiencias que vengan después de esto. 

 Y en eso sí le doy un punto a nuestra industria, porque considero que hay de donde agarrar si queremos pegar ese viraje. Tal vez la moda internacional no sobreviva sin el show mediático que implican sus presentaciones, pero en Colombia ahora es más sencillo no depender de medios (que no existen) ni de canales masivos, pues estos mismos ahora le apuntan a la concreción del estilo de vida mediante experiencias integrales para sus nichos de mercado. 

Lo que sí es claro es que el futuro de la moda no es digital. Casi todos los críticos internacionales, que siguen escribiendo de los shows que estamos viendo, hablan de lo difícil que resulta juzgar una colección sin poder detallarla de forma presencial. Y sí, algo de eso es cierto, aunque el universo virtual también cuenta con herramientas que pueden potenciar la sensación de ver al detalle. Más allá de eso, la lección que Loewe nos dejó con sus cajitas llenas de detalles sobre cada uno de los estlismos que la pasarela debía mostrar, le apunta a que los nuevos lenguajes de moda son importantes, y deben ser considerados como un soporte básico de nuevas presentaciones. Indiscutible. 

Hoy más que nunca reafirmo que este especial no pretendía dar ninguna verdad que pudiera tallarse en roca, porque no hay cómo lograr ese conocimiento en una sola edición de esta feria. Pero sí me gusta esa idea de dejar las puertas abiertas al modo en el que ustedes consideren que esto debe fluir, más en un momento donde las voces independientes reafirman que el verdadero crítico es el público general. Cuéntenme, ¿adónde irá a parar la moda digital?

sábado, 25 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: ¿Qué queremos ver y qué veremos?

¿Hace cuánto no hablamos de tendencias? Corrijo: en medio de la pandemia, ¿hace cuánto no consideramos necesario hablar de tendencias? Vuelve la burra al trigo, ¿no? Yo sé muy bien que el tema del caos básicamente se me volvió un trigger inevitable para hacer todo tipo de reflexiones. De mercado, de estilo de vida, de trabajo, de identidad, de todo lo que sea susceptible de reinvención. También sé, mejor que ustedes, que volver a este tema como parte de todo lo que hacemos, suena hasta trillado. Y puede que lo sea, pero cuando un suceso así cambia todas las normas de juego, también resulta desconectado no pasarlo primero por el filtro de la "nueva realidad". Es necesario aclarar que, del mismo modo, entiendo el conflicto que representa hablar de "reinvención", "nueva realidad" y "cuarentena". Uno, porque nos tiene hartos; dos, porque cada día parece ser más compleja, y tres, porque dejamos de cumplirla hace mucho tiempo. 

Pero, cuando hablamos de qué queremos ver en una semana de la moda, los expertos en tendencias entienden bien que los contextos sociales, económicos y políticos juegan un rol importante sobre la decisión de una paleta de color, siluetas, materiales y temas de narrativa. En general, los productos creativos tienen una categoría primordial en el registro de los hechos históricos que vivimos día a día. Y bueno, esto no tiene un objetivo distinto que dar un poco de contexto de por qué este pechito, que no se caracteriza por incluir en sus reflexiones las visiones subjetivas de las creaciones relacionadas con las tendencias y los patrones, decidió hablar de lo que queremos ver en Colombiamoda virtual. 

Volvamos a un ejemplo maravilloso de cómo se mercadea una colección presentada en medios digitales. ¿Todos vimos el video de Dior y su colección de Alta Costura, no? (Si no, acá les dejo el link). Maravilloso. Punto. Idílico, lleno de inspiraciones artísticas e históricas, creado para ser memorable. Y, bueno, el video fue solo la presentación oficial. El concepto de los maniquíes de 40 cm, los vestidos hechos en un tercio del tamaño original, una landing page con detalles específicos de cada una de las prendas. Una narración hecha para llevarnos a un mundo paralelo, que no desconoce que la realidad fuera de la pantalla raya en el surrealismo. Un ejemplo perfecto de lo que podemos aspirar a ver en una narración consciente de la moda. 

Eso, básicamente, es lo que esperamos de Colombiamoda. 

A ver, no sé si me explico bien: Colombiamoda ahora nos ofrece la posibilidad de nuevos análisis, que van más allá de lo que solíamos hacer. Ahora miramos el lenguaje digital y la forma en la que narramos las historias detrás de lo que hacemos. Y para mí esto es casi tan importante como la propuesta de diseño mismo. Pensemos esto al hacer un paralelo entre lo que el arte del diseño y el arte de la producción audiovisual pueden ofrecer como experiencia, son idiomas complementarios, pero que sirven de formas distintas a nuestro objetivo de comunicación. Entonces, así como nos embobamos con las ninfas de Dior, y luego analizamos vestido a vestido en la sección de su web dedicada a la colección entera; esperamos que Colombiamoda nos ofrezca una experiencia similar. 

Y, sin ir muy lejos, ellos lo pensaron antes que yo. Tal vez a esta necesidad impacta la oportunidad de ofrecer un see now buy now, patrocinado por Mercado Libre, en el que puedes comprar todas las piezas de cada colección allí presentada. Creo que con eso nos aseguramos de que la experiencia de la feria llegue a feliz término, sin todo el trámite casi oscurantista que puede llegar a ser el contactar a uno de los diseñadores involucrados para comprar alguna de las prendas presentadas (créanme, hay varios que por más que tengas la plata, no te venden). Además de que, no solo es comprar la prenda, también es examinarla con mayor detalle y poder analizar qué tanto cuesta una pieza de diseñador en esta época. Creo que esa revisada también nos ayuda a entender mejor cómo se establecen los precios y cuál es el promedio del valor de ciertas marcas. 

Experiencias como el backstage se vuelven material considerable a la hora de mostrar con más detalle la narración de un show. Pink Filosofy, Colombiamoda 2019. 

Pero bueno, ya estoy hilando muy delgado porque, más allá de esto, en Inexmoda entendieron bien que las franjas de puestas en escena y todos los espacios a los que teníamos acceso de forma presencial, requería de ciertos componentes que garantizaran la atención de los televidentes. Digo televidentes porque no sé si ya se inventaron una nueva palabra para los usuarios de videos digitales. Volviendo al cuento, quisieron complementar la idea de los desfiles (yo sé que no son desfiles, pero me estaba quedando sin sinónimos) con experiencias mucho más cercanas de entretenimiento e interacción con el vestuario. Desde talleres especializados (que tienen un costo, eso sí), hasta conferencias gratuitas, pasando también por experiencias de entretenimiento, que incluyen un documental y varias apuestas hacia el DIY. Sabemos que el reto real está en mantenernos entretenidos en el tiempo en el que las marcas hacen lo suyo, saber conectarnos. 

Para no hacer esto más largo, también quiero hablar de las propuestas de vestuario que veremos. Porque, al final de la historia, todo esto sigue tratando de esto. Para esta edición, la parrilla nos trae un número más reducido de marcas de diseño de autor; las marcas masivas le apuntan alto y tratamos de poner todo en la perspectiva de "ayudarnos" para sobrevivir. Me atrevería a decir que Colombiamoda es una feria dedicada al resort, propuestas coloridas y hechas para el verano dominan las pasarelas a lo largo de la semana que suele durar la feria. Por ahora, no veo que haya espacio a historias distintas a esta idealización del diseño colombiano. Si bien lo primero que quise ver, cuando se confirmó que el evento sí sucedería, fue el modo en el que los diseñadores colombianos se atreverían a narrar una pandemia, imaginé una fuerte conexión con el loungewear y la propuesta innovadora que nos devolviera colecciones hechas para vivir en el ahora, más que seguir dándole cuerda a esa nostalgia sobre el futuro, del que seguimos sin tener mayor razón. 

Por alguna razón, cuando pensé este post quería extenderme más sobre las prendas y lo que significa ese paralelo entre lo vigente y el diseño pensado para el futuro. Porque la línea narrativa del diseño colombiano se volvió difusa en la cuarentena. Volví a preguntarme, más de una vez, ¿qué pasa con las propuestas que surgen cuando el tropicalismo se agota? Y no porque quiera que el caribbean chic pase a mejor vida (más que querer o no, es que sabemos que no sucederá), sino porque siento que una industria con una capacidad como la nuestra se queda corta en construir relatos que apelen a técnicas, temáticas y nichos de mercado diferentes al que repetimos en cada show de este tipo. Tal vez mi cabeza va más rápido de lo que puede ir el mercado y termino sintiendo vacíos que son imposibles de llenar. Uno termina categorizando ciertas posibilidades, que más que posibilidades, son espacios en los que aún no cabe una oferta viable de diseño, no sé el por qué con certeza. Y esto, como cosa rara, abre una nueva conversación que bien cabe en un espacio distinto a este. 

Más allá de todo esto, esperemos que los formatos de las puestas en escena le den un viraje interesante al storytelling de las colecciones y que la interpretación del material audiovisual y sus infinitas posibilidades, nos permita explorar nuevas aristas de la comunicación de moda, que derive en tendencias futuras que acerquen y conecten con mayor facilidad. Y ustedes, ¿qué esperan ver de las puestas en escena de Colombiamoda? 

domingo, 19 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: una semana de la moda en medio de una crisis social

Este post inicia con un suspiro. De esos que sirven para buscar un poco de claridad cuando hay muchas ideas tintineando en la cabeza. Y creo que es importante respirar porque el escenario es más robusto de lo que pareciera. De hecho, llevo posponiendo la redacción de esta entrada más de tres días. La información a cuenta gotas hace que muchas de mis reflexiones necesiten un contexto, o una conclusión, mucho más precisa. Mi primera entrada sobre Colombiamoda virtual no era muy optimista que digamos. Y siento que la primera razón por la que comenzamos a hablar de esto en esos términos está relacionada con la pertinencia de la moda (no de ferias, no de shows, no de eventos digitales) en un tiempo como el que estamos viviendo.

Las prioridades cambiaron, la interacción social es diferente y la moda, como narración particular de la historia cotidiana, debía cambiar igual. El hecho de vestirnos, hoy por hoy, responde al modo en el que interactuamos con nuestro trabajo y los momentos en los que tenemos compromisos ineludibles. Sweatshirts, hoodies, joggers, y todos los sinónimos anglo que existen para las sudaderas, se han vuelto la estructura esencial de los atuendos que armamos para sobrevivir al encierro. Y la fantasía que hay detrás del diseño de autor, sobre todo en Colombia, se vuelve una idea casi utópica, que puede ir desde la desconexión con la realidad social, hasta la falta de espacios para lucir una prenda de este nivel de manufactura. Y tal vez por ahí deba ir este texto: la fantasía y la categoría de lo aspiracional como necesidad en la narración de la moda colombiana motiva a que un espacio como Colombiamoda siga sucediendo.

Sé muy bien que hoy me encuentro en medio de ciertas revisiones críticas sobre lo que la moda puede (o no) lograr dentro de las sociedades. Sobre todo cuando no es una prioridad. El análisis de discurso que antes se fijaba en la aplicación de una tendencia y el uso adecuado de colores y textiles, hoy incluye categorías que apelan a la humanidad y la empatía, y que se vuelven más importantes que las prendas mismas. Creo que esa es una noción obvia, el lenguaje de la indumentaria dejó de ser sobre prendas hace mucho tiempo; sin ganas de caer en la dialéctica filosófica que esto puede implicar, traigo esto a colación como un pedido anticipado, más que una crítica es una solicitud, de buscar el modo en el que la moda conecte con esos valores que determinan con más ímpetu el tipo de personas que descubrimos que debíamos ser. 

Pasarela de Carlo Carrizosa en el marco de Colombiamoda 2019.
Foto de Inexmoda. 

Decirlo a menos de dos semanas de iniciar las puestas en escena suena tardío. Pero creo que esa es mi "responsabilidad" con la industria: poner sobre la mesa lo que debe ser discutido, como parte de una revisión constante de nuestras motivaciones creativas. Incluir a la ética en este proceso es un escalamiento necesario y podríamos decir que llevamos evitando esta conversación más tiempo del prudente. Y la narración de este presente la exige. Sí, la pertinencia de esta semana no la vamos a descubrir en un blog más, donde experimentamos con las barreras actuales de investigación, ni la idea de ir contracorriente frente a un hecho anual que representa un porcentaje de ventas con un retorno de inversión considerable; pero podemos preguntarnos, como una categoría de juicio, el valor agregado que aporta cada colección de la feria al sistema, a la sociedad, a las empresas involucradas y a sus segmentos de mercado. Y así, tal vez, comprendamos el por qué del riesgo que implica seguir adelante, que más que una muestra constante de resiliencia, puede reflejar la imponente necesidad de mantener el ritmo acelerado como elemento intrínseco a la moda misma. 

Las comparaciones son odiosas, así que me limitaré a crear un contexto replicable donde hablamos de segmentos, países y contextos esencialmente distintos; pero el propósito (si lo vemos desde una perspectiva estricta) es el mismo: comunicar moda a partir de canales digitales. Después de la rimbombante explicación, procedo, la semana de la Alta Costura virtual dejó lecciones clave sobre el proceder de la moda en un mundo en cuarentena. Ver el show de Dior nos dejó este aprendizaje idílico sobre los mundos paralelos que puede crear la moda y la importancia del storytelling en el material digital para hacerla convincente. Pero, más allá de eso (que no deja de ser un referente clave para interpretar el alcance de una presentación), lo que dejó este bombardeo de colecciones resort, haute couture y masculinas es el cuestionamiento sobre qué está narrando la moda actualmente. Hoy compramos sin saber para qué ocasión lo hacemos, y hoy nos preguntamos con más ímpetu lo que hay detrás de lo que compramos, y todo eso está muy bien, ¿pero seguir comprando (en consecuencia, seguir creando) es la verdadera solución? 

Esta duda yo ya la había planteado cuando hablé de saltarnos una temporada como la solución perfecta para un sistema desmedido que, más allá de sus implicaciones sociales, sigue funcionado si anda a toda marcha. Y es ese tema el que me trae a este artículo: si la moda narra el presente, ¿qué van a contar nuestros diseñadores en Colombiamoda? ¿hablarán de qué implica crear en medio de todos los sentimientos abrumadores que nos despierta? ¿enfrentarán el hecho de que seguir produciendo es, inevitablemente, un riesgo para la gente que trabaja en sus talleres? ¿contrastarán lo que pasa en sus cajas registradoras con lo que sucede con miles de negocios más, que buscan un modo de sobrevivir sin un chance como este? Porque la moda, seres, no es solo la prenda, y esa exploración tenemos que hacerla con más fuerza cuando las condiciones nos exigen retar todo lo que conocemos para darnos nociones de un futuro donde la responsabilidad social y la ética marcan la pauta dentro del propósito de una marca, y los procesos intrínsecos a esta. 

Si no entendemos el nuevo contexto de creación, el nuevo lugar para el vestuario y el nuevo propósito de la identidad narrada con indumentaria, no tiene sentido ningún esfuerzo que realicemos en mantener a flote una industria que peca de imprudente. Ahora, ¿Colombiamoda sí puede responder a este contexto, desde la conciencia que implica entender la nueva normalidad? 

A esta pregunta, más que una respuesta, le daré una serie de categorías de evaluación que pueden guiar hacia una solución que, muy a mi pesar, es una construcción subjetiva. Para los negocios será un salvavidas en forma de gancho comercial, y para los transeúntes del streaming podrá ser solo un placebo que nos recuerde que el privilegio solo se hace más imponente en tiempos de dificultad. Pero en esas categorías encontraremos que la experiencia que Colombiamoda quiere ofrecer va mucho más allá del show: facilidad de compra, activaciones personalizadas, espacios de conversación, talleres dirigidos y personalizados, entre otras iniciativas, son una de las apuestas más integrales que Inexmoda contempla, como parte de una concepción macro de la industria, que busca impactar a todos los perfiles involucrados en la cadena de valor del mercado textil. No es convencer a un comprador de que la moda sigue viva, es sincronizar muchos eslabones en función de la nueva normalidad que nos atañe. Si bien esto suena a un complemento perfecto de la experiencia, sigue en el tintero el alcance de la intención de enfrentar la realidad con algo más que optimismo digital. 

En ese orden de ideas, y para cerrar el primer mamotreto del especial, me quedo corto al tratar de responder mi propia pregunta. Si Colombiamoda en el tiempo pandémico es pertinente o no es un juicio de valor que no puedo emitir ahora mismo, y que muy seguramente, las cifras responderán esa pregunta mucho mejor que yo; lo que sí puedo decir es que los cuestionamientos que hoy hacemos sobre la feria, de tinte ético en su mayoría (sobre todo en lo que respecta a procesos de manufactura, producción audiovisual e inversiones varias), son la puerta de exploración hacia el impacto real que tiene la moda en el país, y una necesidad explícita de saber con detalles por qué hacemos lo que hacemos. Y ustedes, ¿se lo preguntan tanto como yo? 

Nos vemos en el siguiente capítulo. Mientras tanto, cuéntenme cómo seguimos esta conversación. 

jueves, 9 de julio de 2020

Especial: Colombiamoda en pantalla

No hay primeras filas, ni el calor de Medellín, ni esa sensación de andar a mil por toda la ciudad con el único propósito de ver una serie de desfiles que marcan la pauta de la semana de la moda oficial del país. No hay, tampoco, ese sesgo inexplicable de la ubicación de los asistentes a un desfile, ni los correspondientes dramas que implica meter a una centena de blankitxs en problemas en un recinto ferial por un show de quince minutos. No hay, tal vez, industria que soporte una planeación así en un tiempo tan desperfecto como este. No hay, muy seguramente, que llenar de negativismo una idea que puede funcionar; pero, a la hora de pensar un nuevo especial sobre Colombiamoda online, fue lo primero que se me vino a la cabeza. 

El escenario es este: Inexmoda, el Instituto para la Exportación de Moda, tomó la decisión de convertir su feria más importante del año en un evento virtual. Todo esto debido a, ustedes saben, la pandemia que generó la peor crisis humanitaria de este siglo. Y, bueno, no son los únicos que se le midieron a convertir semanas de la moda en eventos digitales. En México pasó, Londres también migró y muchas de las casas de moda más tradicionales se están apegando a formatos audiovisuales y producciones sin audiencia para mantener vivo el calendario. Porque, con toda la discusión que procede sobre la pertinencia de la moda en medio del aislamiento social, siempre hay que preguntarse qué estamos haciendo para poner en el radar los temas que, para ser conciso, no determinamos ahora mismo.

Pasarela de apertura de Colombiamoda 2019. 

En este texto, haré lo que mejor sé hacer con las dudas que me surgen de este tipo de iniciativas: escribir y contar el cuento para analizar mis inconformidades que, de entrada, son varias. Desde comprender cómo logramos una parrilla de puestas en escena, contando con todos los peros de producción de diseño de autor en medio de una desaceleración económica; hasta el alcance que puede tener el área comercial, convertida en stands virtuales, sobre los resultados de la feria. Así que, sin más preámbulo, demos inicio a un nuevo especial: Colombiamoda en pantalla. 

Para este especial, hablaremos de: 

5. Una retrospectiva minuciosa.

Al comenzar a pensar en todo esto, es inevitable analizar que la visión que tenemos de las semanas de la moda, en una economía y un sistema como el nuestro, parecen modelos anticuados; cuando pensamos en sus nuevas versiones digitales, me cuesta adaptar la parafernalia que despiertan y la adaptación de sus metas. 

Si bien es un tiempo bastante confuso, más que coyuntural, adaptarnos al cambio es la solución para mantener el negocio a flote. Y, entendiendo que estas decisiones solo existen en el ahora, es válido preguntarnos mucho sobre el futuro del formato actual de venta como parte de la evolución (si es que hay cabida para eso) de la industria. 

No siendo más, me alistaré para iniciar cada uno de los textos prometidos. Si ustedes también quieren participar de Colombiamoda 2020, las puestas en escena son de acceso libre. Conozcan más en la web oficial y abramos pues esta conversación. 

martes, 30 de junio de 2020

La nostalgia del futuro: reversionamiento de un texto bien envejecido

El tiempo y su paso en cuarentena, así como la montaña rusa de emociones que implica, se vuelve un espiral efímero. Yo tengo muy claro que llevamos poco más de tres meses en estas, pero el paso de los segundos solo se siente en el oído interno. Y, así como pasan las horas en aislamiento, parecía inevitable el revolver recuerdos entre limpiezas, encontrando una pieza clave que fue parte del inicio de la búsqueda de mi estilo como redactor. 

Hace ya muchos años, más de seis, cuando comencé mi pregrado, escribir sobre moda parecía una carrera prominente. Había futuro, los medios repuntaban, los creadores independientes tenían voces sensatas: era el momento perfecto. Así que publicamos. La Revista El Poli, producción extinta de mi alma máter, me abrió el espacio de Redactor estudiantil, justo días antes de mi cumpleaños 18. Y, con todos los peros que hubo detrás, cierto revuelo se causó. Por eso, en medio de la búsqueda personal que implica la consecución de un nuevo empleo, decidí desempolvar esas épocas de revolución creativa, para darle un nuevo sentido a ese viejo texto. 

Nota del todero: la revista no sigue publicada en ningún espacio oficial, así que me tomé el atrevimiento de buscar entre mis archivos viejos y subirla, con todo y sus errores de diagramación y tipografía, para que le den una ojeada. La encuentran haciendo clic acá. 

Así se veía el impreso, la primera vez que lo publiqué en social media, cuando las cámaras de los teléfonos dejaban mucho qué desear. 

Así que, acá va. 

La era del cuestionamiento sobre la democratización de la moda 

Colombia vivió un boom de moda en el que vimos crecer las cifras del consumo textil y lo asociamos a una suerte de antelación a la concreción de la industria. En ese momento, vimos grandes marcas de lujo y pronta moda abriendo por toda la ciudad. Muchas tiendas de las que solo nos queda el recuerdo, y tal vez ni eso. Consecuentemente, llegaron otras más que no esperábamos ver tan pronto por estas tierras. Los diseñadores nacionales ahora crean bajo el manto de tendencias de apariencia inagotable y la audiencia que busca una prenda exclusiva se expande a quienes, bueno, pueden pagar precios descomunales por piezas de poliéster (y eso). Hoy, los medios de comunicación cierran por razones más que variadas (y válidas, en un buen porcentaje) y el comercio de indumentaria decrece de la misma forma que lo hace la economía nacional. Nada parece ser como antes.

Así mismo, propuse en aquel entonces que la moda lograba bajarse del pedestal para volverse urbana, alcanzable, asequible. Y, a la hora de la verdad, esto realmente nunca sucedió y, con más sensatez, no tiene que hacerlo. El buen gusto sigue siendo un fantasma clasista que agobia a la crítica de moda y las estrategias de pricing de muchas marcas se volvieron una burbuja que bien podría igualar a la inmobiliaria. Pero, sobre todo, el sistema mismo necesita que el pedestal no cambie, solo se transforme frente a las necesidades de cada tiempo. Sin él, el motor provisto por la ilusión de la democracia y el libre mercado no andaría. 

Cuando el dólar no había escalado el precio actual, del que no baja, y podíamos aprovechar los declives de otras economías robustas de este lado del continente, Bogotá era un punto clave para el comercio de bienes de lujo. Y, en simultánea, el mercado se llenó de nuevas opciones de bajo costo que volvían competitivo el escenario. Bastante tiempo después fue que entendí que la relación de los dos segmentos no era, ni de lejos, directa. 

Así como en el artículo original utilicé la mejor foto que tenía a la fecha (tomada por Zico Rodríguez), para este planeo usar mi mejor foto hasta la fecha, por Camilo Galvis (@camilogalvisphoto)

Era 2014 y las filas de bolsas amarillas en Forever 21 abrieron una pertinente discusión sobre la pronta moda y el consumo de prendas en Colombia. Ahí supimos lo que implicaban las producciones en masa, disponibles a lo largo del mundo en contadas semanas. Piezas que iban contra la ley de derechos de autor, producidas en países vulnerables donde se paga un costo ambiental aún más alto y, bueno, todo lo que odiamos de la moda rápida. Tal vez acá tendría que decir que muchas de estas marcas pasan por momentos de transformación que son dignos de examinar; H&M y Zara le apuntan a modelos sostenibles, con colecciones hechas a partir de la recuperación de fibras textiles ya producidas, y las nuevas marcas de pronta moda son exclusivamente digitales: un modelo de negocio con menores costos, más rápido y de expansión agresiva. 

Sumado a todo esto, hablar de la competencia, posiblemente desleal, de este modelo contra los productores colombianos era más que pertinente. Hoy, es una conversación que los gremios siguen trayendo a colación cada que es posible. Y sí, los precios de las marcas extranjeras se han vuelto más competitivos, haciéndolo un escenario de competencia salvaje. Sobre esto, quisiera profundizar más, pero el material que hallo responde a la indignación general sobre los aranceles y el contrabando, temas que dan perfectamente para una investigación juiciosa sobre lo que implica la competencia en la moda masiva. Acá también vale la pena hablar de las marcas colombianas que maquilan en países con costos más bajos de producción, y especular sobre el incentivo que pudo haber detrás de que Arturo Calle y Totto (si hay alguna otra marca que lo haya hecho, bienvenida la aclaración) devolvieran su fabricación al país. En resumen, la competitividad tiene muchas caras. 

Por alguna razón que no contemplo hace mucho tiempo, los arribos de marcas de lujo en el país eran dignos de celebración. Y lo eran por la sensación de apertura económica que generaban. De hecho, en ese artículo mencioné a dos marcas que cerraron sus tiendas con el paso del tiempo: BCBG, que se reordenó a nivel mundial, y Burberry, que se fue después del escándalo de La Riviera. Tiempos aquellos. Pero como ya les dije, el dólar subió y la situación cambió completamente. Y me atrevería a decir que el comercio virtual de piezas de casas de renombre también evolucionó la perspectiva de lo que implica tener un bolso de lujo. En ese movimiento, la tienda de Louis Vuitton se amplió y ahora cuenta con piezas de vestuario, Ermenegildo Zegna, Bvlgari y Jimmy Choo se suman a la lista de las tiendas cerradas, y Valentino cuenta con distribuidor de bolsos y zapatos. Si bien, la economía colombiana no se fue al demonio en ese tiempo, sí cambiaron muchos paradigmas del comercio de textiles; parte de esa apertura es lo sencillo que se ha vuelto adquirir bienes de lujo en viajes internacionales (para quienes pueden pagarlos). Por ahí derecho, muchos productos nacionales se posicionaron como bienes premium dignos de mercados con una cultura de moda más desarrollada. 

Por todo esto, la comparación con el mercado de diseño de autor era necesaria, en el escenario en el que la versión de mí mismo que redactó este texto creía que había alguna posibilidad remota de que esto fuera posible. Y sí, esta es la mejor evidencia de que las colecciones en colaboración sigue siendo una de mis grandes pasiones, porque es la forma más comercial de narrar por qué es importante considerar el diseño de autor como una faceta clave del mercado de vestuario. Bendito sea el pasado. En la edición de Colombiamoda de 2014 (y si mal no estoy, en todas las ediciones de la feria a partir de ahí) Arkitect, la marca masiva de vestuario del Éxito, y Falabella, presentaron dos colecciones en colaboración que reunían un total de 6 diseñadores, todos creando para el retail. Cuando redactamos esta pieza no nos imaginábamos que esto implicaría todo un movimiento alrededor del diseño de firma en supermercados, pero podíamos saber que se volvía importante, y atinamos. 

Suena bastante torpe salir con una afirmación así, pero confío mucho en el Camilo Alberto del pasado. Así como cuando me preocupo por un deadline que él ya cumplió, a ese man le confío, especialmente, las visiones que puede tener relacionadas con la gestión del cambio. En ese año hablar de la moda en su versión digital era contemplar un montón de lenguajes que, si bien no nos eran ajenos, se volvían poco a poco en una parte esencial de la conversación. La nueva cultura visual cambió completamente lo que implicaba comunicar moda. El street style fue ese fenómeno que convirtió a la calle en una fuente constante de inspiración, y el negocio supo hacer lo que era necesario para monetizarlo, convirtiendo esta idea en la estructura de contenidos de miles de personas que pretenden hacer parte de esta industria. Los blogs se apagaron y sobrevivieron solo las manifestaciones visuales, en las que el conocimiento o experiencia se ve reflejado en las imágenes hechas para narrar la concepción que tenemos del lifestyle

¿Cuándo tendremos vitrina de Chanel en Bogotá? Tal vez nunca. seres. 

Muy orgulloso de mí, le dediqué un párrafo idealista y preciso a lo que comenzaba a levantarse como el marketing de influencia, Voces humanas que sustituían el vacío editorial, a partir de conocimiento empírico (y, contadas veces, académico) tan fácil de narrar cuando no hay límite de ningún tipo. Parecía ser una guía casi personalizada sobre lo que implicaba moda para muchas personas. Esto cambió el modo de ver la información. Y pues, bajo el modelo del capitalismo, era inevitable la inversión y el retorno. Los medios no lograron seguir vigentes, las voces se fueron apagando, y la duda sobre la pertinencia del avance constante nunca se solucionó. Ya no hay bloggers, los influencers crearon sus propias burbujas donde la conexión con la esencia de la industria es cada vez más difusa, y pareciera que el país decidiera dejar de investigar, con una convicción utópica, una buena fe cegatona, que deja de cuestionar a los participantes de la cadena de valor. Este también es un capítulo que da para una investigación sensata, que tal vez nunca suceda. 

Creo que, con el sabor agridulce de la ironía en la lengua (y las yemas de los dedos que tipean), la conclusión a la que llegué no dista de la que podría proponer hoy. Hay nuevas opciones, un bombardeo constante de propuestas independientes y mucha más información sobre lo que somos y lo que vivimos. Contrastado con una deshibridación en los actores, unas fuertes debilidades en investigación y desarrollo, y la total ausencia de narradores oficiales de la historia. Y, creo también, que existe una particular decepción frente al modo en el que me hubiera gustado narrar una industria en la que creía con el fervor suficiente como para citar a Oscar Wilde. Pero esto es lo que implica madurar per se, comprender que el futuro de los escenarios depende de muchos más factores que un buen pronóstico económico. 

Y, ahora, en pleno declive social por el fin de los vicios de la sociedad como la conocíamos, me atrevo a asegurar que el único deseo que tengo para la industria es volver a ese 2014, comprender qué fue lo que hizo que esta historia fuera apasionante y aplicarlo en todas las áreas que lo necesiten. Desde la narración objetiva, honesta y sensata de los medios, las propuestas basadas en procesos de innovación del diseño y la apertura económica necesaria para mantener este discurso vigente; hasta la audiencia ávida de conocimiento, el entorno digital convertido en una herramienta creativa e inclusiva, y el sentido de la oferta concebido desde la idea más ética posible del consumo. 

Como nota al pie, este es un hilo de Twitter súper bacano sobre la importancia de las colecciones en colaboración dentro del mercado nacional. ¿Lo volvemos un post? 


lunes, 18 de mayo de 2020

Desaceleración, moda y capitalismo


La palabra desaceleración es tremendamente bella. Si la ves en economía, es como un susto ligero e inevitable. Si la ves en estilo de vida, es una invitación a reinterpretar acciones cotidianas. Es como una recesión emotiva, un minimalismo impuesto; imagino yo que algo así se siente decidir renunciar para vivir de tus ahorros alrededor del planeta. Y la moda, en medio de la pandemia, tuvo que desacelerarse. 

Y bueno, luego de una bonita introducción, es menester aclarar que no estamos viviendo una desaceleración: esta es una recesión. De hecho, no se veía algo así desde la segunda guerra mundial. Pero hoy tal vez contamos con un conocimiento documentado que nos permita superarlo con más facilidad (o no), y como ya lo hemos dicho hasta el cansancio, todos hoy somos una versión diferente a la persona que cerró la puerta de su casa el 24 de marzo

Por esto, cada que tenemos que poner sobre la mesa el concepto de moda durante la cuarentena, son un montón de conversaciones las que se abren de forma inmediata: el vestuario como armadura, la pertinencia de los dress codes, las implicaciones económicas, el provenir del lujo, la oportunidad del consumo y la relación de todo esto con el apocalipsis retail. Validamos algunas iniciativas, juzgamos a las marcas que pelan el cobre y nos planteamos, desde la premisa de que todo cambió, las novedades a las que deberemos enfrentarnos. 

Si quisiéramos hacer una breve lista de chequeo de lo que ha sucedido, surgirán ideas como el crecimiento de las ventas online (que parece confuso, según el último reporte de la Cámara de Comercio Electrónico de Colombia), la producción exclusiva de prendas de protección, como medida de apoyo a profesionales de la salud, sumado a la comercialización de productos de prevención; la cancelación de shows y puestas en escena mundiales, y el efecto en el comercio de la reapertura de tiendas de fast fashion y marcas especializadas. Y si a eso le añadimos la idea con la que abrimos, podemos hablar de una posible desaceleración en el sistema moda

Saint Laurent (¿ya le devolvieron el Yves o seguimos en eso?) decidió cancelar todos sus eventos del año, la semana de la moda de Londres se volvió completamente digital y Giorgio Armani considera que trabajar en estas condiciones es inmoral. También, es pertinente mencionar que el Instituto para la Exportación de Moda, Inexmoda, mostró cuál será el formato digital al que le apunte una de las ferias más importantes para Latinoamérica: Colombiamoda. Con todo esto, ya podemos hablar de algunos cambios trascendentales que marcan la pauta de la nueva industria. Pero, ahora conviene preguntarse, ¿qué tan reales serán los escenarios que especulamos cuando se acaben los aislamientos preventivos? 

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Así confirmó Saint Laurent la cancelación de todos sus eventos presenciales en 2020. 
Foto: Instagram de la marca: @ysl. 

La razón de un silencio programado en este espacio, después de un especial bien haladito sobre el mundo después del impacto del COVID-19, es esa reflexión: existe una probabilidad considerable de que todo vuelva a la normalidad, y este no es un motivo de celebración. 

Doy por entendidas varias lecciones de lo que ha sucedido que son imposibles de asimilar para el sistema económico en el que vivimos y, en el país de la informalidad, habrá que preguntarnos más de una vez qué prácticas de bioseguridad y protección serán desestimadas con el tiempo. Este panorama se vuelve una lucha distópica entre el aprendizaje y la necesidad de recuperarnos. Y una de esas dicotomías es la que le da nombre a este texto: ¿cuál es la lección que le quedará a la moda, después de tener que saltarse una temporada completa? 

Es bien difícil pronosticar qué es lo que nos resultará bueno, o no, a partir de los sentimientos particulares que la cuarentena nos genera. Muchos esperamos una realidad que implique una adaptación progresiva, y muchos cuentan las horas para replicar todos los comportamientos que, inevitablemente, nos llevaron a este declive social. 

Conversando con Mafe, la querida editora de The Inexpert, fue que comprendí que la desaceleración no es un fenómeno distinto a saltarnos una temporada. Lo que parece, desde un background que le apunta a la sensatez, una alerta sobre las malas prácticas de consumo de textiles, se resuelve en una sola idea: desacelerar es dejar de vender por una época, ¿y qué pasa después? 

Así se veía la fila en la reapertura de Chanel en Seúl. Foto: The Korean Times.


En este punto, no me atrevo a hablar de nuevas condiciones, porque lo que entendemos del mercado cambia cada segundo; pero, si solo estamos pensando en que esto es una pausa, ¿cuál será el impacto real de la contingencia en el tiempo? Por ahora, en las contadas normalizaciones que vive el continente asiático y buena parte de Europa, los picos de venta de lujo fueron la principal contradicción de los expertos. La tienda principal de Hermés, en Wuhan, vendió 2.5 millones de dólares el primer día de su reapertura, en Seúl la gente le hace fila a Chanel, y esta situación se repite en Francia con las tiendas de Louis Vuitton y Zara. Después de las considerables pérdidas, esto parece una luz sobre el futuro de los grandes de todo esto.

¿Adónde van a parar los sueños de la moda lenta, las colecciones sustentables y el consumo responsable? Tal vez queden en un espejismo de lo que la industria pudo ser. Sin ir muy lejos, pensemos en las prendas de protección que una buena cantidad de marcas ya incluyeron dentro de su portafolio. Cuando esto comenzó, pensar en que el vestuario se convirtiera en una armadura volvía cada salida a la calle en un escenario apocalíptico. Piénsenlo así: me visto para combatir un enemigo invisible que puede atacarme en cualquier visita a la tienda. Sin contar la obligación (bien justificada) de usar tapabocas en espacios públicos, la respuesta de la industria era previsible. 

Los que fueron pioneros, se mencionaron como tal: valoramos el trabajo de compañías como Totto, Maaji, Kupa y Alado, hablando de lo importante que esta tendencia resultaría.Un par de semanas después, internet estaría a rebosar de todo tipo de artículos para la prevención del contagio del virus. Caretas, overoles, chaquetas, capas, gorros, capotas y tapabocas en cualquier tela que se imaginen. Convertimos lo que, en un principio, parecía una réplica consecuente a una sobre oferta de productos que, muy probablemente, ni siquiera necesitemos. Atendiendo a lo que le escuchamos a Diana Gómez en El podcast de moda, es posible que el virus COVID-19 permanezca en una superficie antifluidos por más tiempo que un textil tradicional, como el algodón o el poliéster. ¿Realmente respondía a una necesidad la producción de todas estas prendas? 

Mi pieza de protección favorita, una de las pioneras, producto de la dupla de Alado. Foto: Instagramd e la marca: @aladodiseno.


Entonces, en contraste, ¿de qué nos sirve que la humanidad pase por uno de los hechos más imprevisibles, si la reacción a este sería la misma que nos metió en el problema? Bueno, sé cómo pudo sonar eso y no, no es una de esas teorías conspiranóicas de la destrucción del planeta (o muy seguramente sí). Acá procuramos no creer, ni difundir, ninguna de estas ideas, pero sí llegamos a la conclusión de que el capitalismo sacó sus garras en el momento donde la empatía era la mejor arma. Productos con vacíos en su investigación, la copia de la copia de la copia, y lanzamientos de colecciones que, aún siendo virtuales, ponían en duda el nivel de responsabilidad con el que se produjeron; si quiero, la lista sigue. 

Business of Fashion (portal esencial si lo que sumercé quiere es entender cómo funciona esto) lleva ya unos días haciéndonos guiños hacia conclusiones en pro de salvar la industria, porque la crudeza de la realidad nos ha hecho, muy sensatamente, dudar de la importancia de la moda en el mundo moderno. 

De hecho, se atreven a decir que el único modo de sobrevivir es replanteándonos las semanas de la moda, las temporadas y la relación con el fast fashion. Y unos diseñadores de alta demanda se unieron para pedir que esto suceda. Rewiring Fashion, una iniciativa con más de 1.400 marcas participantes, propone algunas nociones dignas de una nueva entrada: desde unificar eventos, luchar contra el consumo desechable y proponer un nuevo formato de desfile; hasta calendarios específicos sobre cómo producir para las dos temporadas eje del sistema. Contradicciones esenciales a lo que puede ser la respuesta a una crisis mundial por parte de muchas casas de lujo, que suben precios debido a la escasez y sostienen sus ventas a punta de los autorregalos que nos damos como forma de sobrellevar los momentos difíciles. 

Todo esto, con el único propósito de recordar que los hechos históricos en la época del internet, se convierten en narraciones grandilocuentes y análisis desbordados, donde la subjetividad nos lleva a establecer nuevos paradigmas que solo la realidad misma puede desmentir. Casi que termino proponiendo que existe una burbuja digital, que separa al algoritmo de la cotidianidad. Y, en ese mismo orden, lo que parecía el fin de la moda como la conocíamos, puede convertirse en solo un salto entre temporadas. 

Como nota al pie, no deja de ser valioso pretender que el planeta bajo un nuevo paradigma de moda es una posibilidad, jugándole a un 50/50, y sus retos ya los describí en este texto, parte de mi especial sobre el mundo después de la pandemia. Invitados a desmentirme. 

¡Vemos! 



jueves, 23 de abril de 2020

Bonus track: Comunicaciones internas frente a la incertidumbre

A este post, como a las comunicaciones internas, les tengo mucho cariño. Y bueno, comienzo por celebrar que cerré este especial sin mayor novedad. Sí, me salté una entrada, pero ya resultaba excesivo seguir hablando sin reparo de lo que el exceso de informa puede causar. De hecho, tal vez este bonus track sea una opinión que esté de más. Y creo que, a estas alturas, me resulta pertinente hablar de cómo seguir dándole concreción a este especial se volvió una meta personal, más que otra cosa, para aligerar la carga emocional de la cuarentena. Pero bueno, también es cierto que en tiempos de incertidumbre personal, es posible plantearse preguntas sensatas sobre el futuro de la vida individual, y este texto responde una de las mías.

Entonces, voy a confesarles algo: extrañé mi trabajo anterior pensando en comunicaciones internas para estos días. Al imaginarme todo lo que podía salir bien, o mal, hablándole a este público, en el marco de una situación tan estremecedora, quise ponerme manos a la obra. Por lo tanto, para contrarrestar ese sentimiento, les daré algunas lecciones imprescindibles a la hora de hacer comunicación interna para enfrentar crisis.

Cuando comencé con la idea de emitir contenido enfocado hacia mi profesión, el primer tópico del que quise hablar fue de comunicación interna. Creo que a quienes ejercemos carreras relativamente jóvenes, hallar material de calidad sobre lo que hacemos es bien jodido. Todo esto porque internet nos ha dado la falsa seguridad de querer hallarlo todo con un par de clics, y como buenos nativos digitales, muy pocas teorías se ha escrito sobre lo que hacemos. De matemática y medicina todo se registra; pero las comunicaciones y el mercadeo se han vuelto ideas tan amplias y sus límites se desdibujan con tanta facilidad, que es todo un reto hablar de la cotidianidad de nuestros trabajos. Y bueno, a mí me costó comprender el tema, pero dos años después, se volvió más sencillo entender su propósito y su ejecución.

Y creo que puedo definir la comunicación en un solo verbo: unificar. Lo que pretendes hacer con una estrategia de estas es crear conceptos comunes, definir rasgos particulares y emitir contenidos con el propósito de unificar lo que tu público interno sabe, entiende y aspira de tu empresa. En ese orden de ideas, resulta más imperativo este esfuerzo cuando hablamos de tiempos de crisis: unificar es el modo más saludable de transitar en medio del caos, porque si estamos juntos, podemos llegar más fácil a tierra firme.


Además, esa unificación parte de algunas ideas de management que buscan impactar a tu cultura de un modo acertado. Porque, por más transparente que quieras ser, si la relación de la gerencia con el resto de tu compañía se basa en burocracia y jerarquía innecesaria, bueno, no te tomarán en serio. Hace poco le leí a María Luisa Moreo, directora de una compañía enfocada a comunicación estratégica en tiempos de crisis, que la transparencia (donde lo que se sabe adentro es lo mismo que se sabe afuera) resultaba uno de los insumos principales del éxito de una puesta en marcha de estas estrategias. Y si la conjugas con una cultura saludable, tienes un control superior del modo en el que transmitas noticias.

Hoy por hoy, la incertidumbre es un pan diario en todas las empresas, y creo que un porcentaje casi total de empleados están pensando en cuánto durará su cargo actual; en consecuencia, un montón de empleadores piensan desde ya cuánto tiempo pueden sostener su operación a este paso. Entender las preocupaciones de todos es un punto clave acá. Sí, sabemos que la preocupación nacional es el contagio de un virus pandémico que detuvo al planeta; pero las preocupaciones de cada empresa serán diferentes. Muchas de ellas tendrán que hacer cambios para sostenerse, algunas harán recortes, y otras dejarán de ser sostenibles por baja demanda o modelos de producción que no resisten a la idea de futuro que ya comenzamos a forjar. Identificar la intranquilidad que afecta a la mayoría de tu talento será esencial para abordar la transparencia con precisión.

Acá vale la pena mencionar que el trabajo de comunicaciones internas, más que cualquier esfuerzo que se haga para públicos externos, requiere que haya una hibridación de expertos de diferentes áreas; desde los recursos humanos, hasta la gerencia. No sirve de nada comunicar de forma asertiva si las decisiones que se tomen no estén pensadas en el bienestar de tus empleados. Desde esta perspectiva, es necesario que cada medida que se tome pueda dar tranquilidad, en términos generales.Yo tengo claro que la coyuntura implica tomar decisiones que nadie quisiera tomar, y traducirlas en un lenguaje que rescate lo positivo no será nada sencillo. La clave aquí es, primero que nada, tener un plan corporativo donde resulte claro que el activo más valioso de tu empresa son quienes trabajan en ella; y, en consecuencia, cuando se tomen decisiones complicadas, te será más fácil explicar que suceden por el bien de la mayoría.

Yo me he preguntado más de una vez cuál es el propósito de la comunicación interna, cuando el clima organizacional resulta hostil y la estrategia de negocios deja de lado a la cultura como un eje clave de la productividad. La respuesta a esta pregunta es difusa, pues en mi conocimiento, solo hay cabida a una comunicación asertiva si el público interno se cuida como un cliente más. Tal vez hayan perspectivas diferentes, pero, ¿cómo hablar de bienestar si este no es una prioridad? Lo que quiero decir es que, ahora más que nunca,conectar todo el talento en procesos transversales es ideal para mantener la calma.

En nociones mucho más divertidas, creo que hay más de una buena idea para mantener conectado a tu talento en esta época. Comienza por recordar las cosas que más valoran tus empleados de su espacio laboral, y trata de replicarlas en el modelo de teletrabajo; vuélvete su consejero para lidiar con el encierro de forma saludable y recuérdales que estamos juntos en estas, sin dejar de lado que la evolución nos hará más fuertes. En pocas palabras, sé un líder que les recuerde que el modo de supervivencia debe consolidarnos, más que debilitarnos.

Comunicar en crisis es un reto muy particular, porque implica entender a tus audiencias con profundidad de detalle específica, cuando las respuestas deben ser inmediatas; por esto, acudir a los valores de la marca y al conocimiento preciso de las implicaciones de la situación, sumado a una transparencia casi total, es el punto de partida de volver a levantarse. Además de que, si hablamos de públicos internos, esta comunicación implica una posición de liderazgo general sobre la compañía. Y en esa idea de liderazgo, podemos incluir el rasgo de la cultura que permite que nuestros equipos de trabajo se adapten con facilidad al cambio, o por lo menos tener la capacidad de promoverlo saludablemente.

También, asumo que esta es una de las entradas más disformes que he escrito, sobre todo por el debate interno sobre cuánta información es suficiente para que un gancho sea efectivo. Por todo lo demás, contácteme para que conversemos en detalle.

¡Nos leemos!

martes, 14 de abril de 2020

Parte 5: Responsabilidad social y estrategia

Si lo cogieron desprevenido, ya tiene algo ahí qué revisar. Recuerdo mucho que en la universidad hablaban de esto, sin mucho ton ni son, pero entendíamos la importancia de una estrategia de responsabilidad social. Ahora supimos en un expreso por qué.

Creo que muchos entendimos, también, lo espinoso que resulta explicar la responsabilidad social. Puede ir desde tus empleados, hasta fundaciones; desde donaciones, hasta cambiar el propósito de tu fabricación; desde la difusión de mensajes, hasta la toma de decisiones trascendentales (y poco comprendidas, un buen porcentaje de veces). Y siento que ahí demostramos que no nos lo hemos tomado en serio, ahí nos corcharon.

Lo más importante por entender después de la pandemia, creo que para todos, es a estar preparados para lo inesperado. Suena loco, sí, pero hay planes universales, que nos permiten tener una solución al futuro; esas son las buenas opciones que vale la pena tener bajo el colchón.

Dicho esto, aclaro que una estrategia de responsabilidad social no debería ser un as bajo la manga, sino una rama más de lo que hacemos. Si bien no todas las empresas pueden permitirse dedicar esa cantidad de energía  a este tema, todos debemos tener claro que existen necesidades particulares alrededor de nuestro negocio. Mejor, afirmo, todas las empresas deben ser conscientes de que el pleno desarrollo de su objeto social tiene implicaciones sociales que trascienden a sus empleados y clientes. La responsabilidad social es, básicamente, comprender las posibles deudas que existen con todos los entes que se alinean para que tú cumplas tus objetivos. Y, bueno, pagarlas.



Este tema, al igual que la transformación digital, permanecía como un dragón dormido, al que solo una pandemia (o una crisis) de este calibre podía despertarlo. Sabíamos que existía, que era importante prestarle atención, pero solo cuando lo escuchamos resoplar con fuerza nos pusimos manos a la obra. Y, así como lo dije cuando hablé del otro tema, los que llevaban un pie al frente tienen una mayor posibilidad de sobrevivir. 

Sí, ya estoy usando palabras mayores: sobrevivir. Lo digo en esos términos porque el vuelco de branding que vimos desde hace un poco más de dos años (y lo mencioné en un post que escribí para la querida Mafe de The Inexpert) incluía una visión muy específica de las audiencias, Come on, people, con la cantidad de data que podemos recopilar y lo fácil que resulta la investigación de mercados, es imprescindible saber de qué modo afectamos al mundo con lo que hacemos. Los late millennials y los que siguen, ya sabían que debían preocuparse por algo más que ellos mismos, desde la cultura, hasta el medioambiente; y, en consecuencia, le exigirían a las marcas que actuaran con esa misma sensatez. 

Por alguna extraña razón (y digo extraña porque el sistema nunca ha funcionado así) hoy tenemos la valentía de pedirle a las compañías que se hagan responsables del impacto que generan. Bien por ahí. Sé que eso conlleva mucho más de lo que pienso abordar acá, pero es el primer insumo para defender las marcas que decidieron actuar pensando en que la primera responsabilidad es el bienestar. 

Las estrategias asumidas por una gran cantidad de empresas dedicadas al consumo masivo han sido tan variadas como discutibles: desde mensajes enfocados a la prevención, hasta donaciones en insumos sanitarios y alimentos. Y así como valoramos al que lo hizo, dependiendo de la magnitud y la relación de lo que hice/lo que sé que puedo hacer; al que no lo hizo, lo castigamos socialmente. 

Cuando Cine Colombia decidió cerrar sus salas, antes de la cuarentena, Cinemark hizo promociones. Unos pensaron en el bienestar de la gente, en medio de alertas por un virus altamente contagioso; los otros, bueno, no fueron conscientes del drama que se nos venía encima. Y más historias podría contarles. El modo en el que entendemos la realidad implica qué tan sensibles somos al entorno. Por eso, retomando el hilo, hay que contar con estrategias que afecten de un modo positivo, recordando siempre que una buena intención con una mala ejecución es solo un error. 

El día en el que pensé en este especial, tuve que plantearme el por qué hacerlo. La constancia para escribir en este blog siempre ha sido poca, y solo una motivación bastante precisa podría convertirlo en un objetivo real. Puedo estar cayendo en un error que ya mencioné, al sobrecargar de información en el ciberespacio que parece ir siempre más rápido. Creo que había tantos datos, que categorizarlos y meterles mi opinión sonaba sensato. Ahora, lo dudo un poco, pero en un intento de creerme a mí mismo, terminaré de plantear escenarios, que espero seguir evaluando mientras esto evoluciona. Tal vez esta sea mi perspectiva de la responsabilidad social. 

Volviendo a la RSE, ¿quién se iba a imaginar que iba a ser el salvavidas de las marcas que decidieron creer primero en la gente que en el sistema? Humanizar lo que hacemos, como una medida que parecía obvia, será esencial para todo lo que sigue de acá en adelante. Con el panorama ya presentado de recesión, le creeremos con mayor corazón (y bolsillo) a los que le apuntan a cuidar el medio ambiente, comunidades, empleados y personas vulnerables; porque salir de esta sin haber entendido quién debe ser la prioridad número uno de las empresas, bueno, dejará mucho que desear. 

Ya para cerrar, le recuerdo que no debería salir de esta entrada sin: 1. Haber entendido que un plan de responsabilidad social debe estar enfocado a la relación entre lo que aporta y lo que puede aportar, la protección de comunidades y el cuidado de su gente. 2. Comprender que este plan debe abarcar la cotidianidad de lo que hace, y su versión para emergencias sociales. 3. Analizar que su posición frente a la RSE debe ser objetiva, creativa y diferenciadora. 4. Confiar en quienes lo hicieron primero que usted, y valorar esfuerzos que le han permitido sobrevivir a muchos. 5. Aceptar que solo se sobrevive pensando en el común. 6. Leer las demás entradas de este especial sobre el mundo después de la pandemia. 

¡Nos leemos! 

miércoles, 8 de abril de 2020

Parte 4: La moda cambia, desde el sistema hasta el tapabocas

Yo mejor que ustedes lo tengo claro: esto era lo que queríamos leer. Por la carreta pseudo sensata que construimos a punta de chiros es la razón por la que se saben mi nombre. Y, sinceramente, estaba demorado en traer el tema a colación.

Tengo muy claro que la transición fue extraña, pasamos de hablar de semanas de la moda (y ausentarnos en exceso) a mencionar procesos esenciales para las compañías en la época pospandemia. Comprendo que haya un cortocircuito, sí, pero vale la pena explorar otros saberes en un momento de la historia donde la idea de abarcar múltiples disciplinas será la clave para abrir nuevas oportunidades (laborales, sus dioses los escuchen). Tratando de hilar los conceptos ya dichos, bueno, comenzaré a narrar lo que se nos viene pierna arriba.

En la pasada entrega del especial, hablamos de los pequeños hábitos que cambiarán, y uno de ellos era la forma en la que el vestuario comenzaría a cumplir funciones específicas de protección frente a amenazas ambientales y biológicas. La distancia social se volverá más común que el saludo de abrazo, y le perderemos miedo a usar tapabocas.


Volvamos en el tiempo: más de una casa de lujo, en medio de cancelaciones de desfiles del último circuito que pudimos ver, presentó mascarillas en pasarela, como parte del desarrollo de sus colecciones. Y el street style se llenó de fotos de personas sentadas en primera fila usando tapabocas quirúrgicos, seguido de eventos sin invitados y una permanente sensación de miedo (que desembocó en un ligero racismo, valga mencionar). Y desde ahí supimos que algo grande sucedería para la industria.

Digamos que usar mascarillas como parte de un atuendo no es una novedad. No quiero caer en la tónica de un artículo académico porque nos hemos caracterizado durante años por ser una voz más, en medio de tantas, que sintetiza sentires generales en pormenores estratégicos, que resultan punto de partida esencial de muchas conversaciones (también porque aprendí que el trabajo académico tiene un valor que muy rara vez hallarán en un blog, y muy seguramente alguien más ya lo hizo). 

Retomando, creo que Asia nos lleva una ventaja gigante en esto. Ellos, desde hace más tiempo que nosotros, han entendido que la distancia es respeto y que el tapabocas, en tiempos de polución, es más una regla que una excepción. Recuerdo que, con la apertura de Miniso (el gigante de chucherías japonesas) en Colombia, hace poco más de un año, parecía extraño dedicarle un anaquel completo a productos de protección facial. A mí me pareció casi fetichista esa puesta en escena. Días después de la alerta global, a mediados de febrero, ese anaquel permanecería vacío. 

Creo que ni la moda se arriesgó a tanto. Si en tendencias no pudimos vaticinar, desde los primeros brotes en diciembre, que la protección personal iba a ser uno de los pocos motivos de consumo en 2020, ¿quién más podría haberlo pensado? Inevitablemente, con producciones reducidas a elementos esenciales y el comercio cerrado en un porcentaje gigantesco; contrastado con las múltiples soluciones que han hallado los transeúntes para protegerse físicamente de un virus que detuvo al planeta, son uno de los insights más claros de lo que sucederá después de la pandemia. Porque solo hasta que termine, realmente lo sabremos. 

Pensemos esto: las casas de lujo no desaprovecharán el chance del artículo más viral (ups) de la temporada y diferentes accesorios de protección, pensados desde la tecnología y la exclusividad, serán parte de sus repertorios, temporada a temporada. Pensemos en uniformes protectores, telas antibacteriales, filtros avanzados, barreras físicas que se volverán comunes. Así como pude leerle a la querida Diana Lunareja: prendas que nos permitan evitar la contaminación exterior. 

Lo resumo en las marcas de lujo, porque son los primeros en interpretar tendencias globales, mientras el mercado global asume lo que el consumidor entiende por aspiracional en el momento. Pero también porque el reto de ellos tiene que ver con la estructura misma del sistema. Reflexionemos sobre los escenarios que se volvieron realidad: Armani cerró las puertas de su show, y presentó una colección sin ningún invitado presencial, mientras todas las marcas más importantes del circuito de la París Fashion Week de febrero se cuestionaban si seguir o no con sus eventos. ¿Qué sigue para el desfile como el medio predilecto para la presentación de nuevas colecciones? 

Esta no es una duda nueva, eso lo sabemos todos. Yo planteé hace unos años, por muchas razones, que el desfile se volvía obsoleto; y lo que en efecto probó ser obsoleto fue la exclusividad que estos representan. Claro, no es lo mismo sentarse a ver las prendas en vivo que en fotos, pero hoy hallamos material sobre los detalles de confección que no se ven ni en vivo, y las marcas están más prestas a mostrar cuanto sea necesario para posicionar su experticia. Pero, sin la silla marcada y las invitaciones hechas a mano, las marcas deberán valerse de nuevos momentos de comunicación claves para conectarse con sus compradores de primer nivel. Esto, junto al final de la era de los desfiles magníficos de Lagerfeld para Chanel, abre puertas a nuevos esquemas de temporadas, fabricación y presentación de colecciones. En resumen, un llamado urgente a la moda lenta, al bespoke y al secretismo que mantiene vivos muchos mitos de la moda. 

Ahora bien, los demás mortales, ¿qué vestiremos? Sabemos que incorporar tenis a los atuendos formales se había vuelto una tendencia (de nunca acabar, su dios nos escuche), y le creamos mil nuevos términos a la idea de usar sudadera para la oficina. Pero con el cambio de lo que implica el espacio de trabajo, tiene que cambiar el cómo nos vestimos para ello. El sleep wear y el atlheisure tomarán rumbos inesperados y se consagrarán como una necesidad latente, frente a un movimiento que abogará por la sofisticación extrema, en contraste a los días en los que nos reducimos a repetir pijamas. Las marcas desde ya deben estar pensando en que la transformación misma del modo de concebir muchísimos empleos, impactará también en los artículos que usaremos para los nuevos ambientes, la distancia social y la desdibujación de la etiqueta. 

Y bueno, el diseño de producto resultará esencial para la fabricación de nuevos insumos para la confección que estén pensados en la comodidad y la protección; volveremos a creer en armaduras que nos cuidan de enemigos invisibles. Todo esto, de la mano de una nueva interpretación del bienestar como parte de nuestra cotidianidad. Después de una pandemia, ¿cómo garantizaremos que nos sentimos seguros retomando rutinas que son necesarias, como el mero hecho de estar fuera de casa? 

Creo yo, que hasta acá abordamos, de a brochazos gordos, algunos de los cambios principales que habrá en una industria que venía tambaleándose desde hace rato. Ahora solo queda esperar, y tratar de comprender si la idea del consumo justo y de la producción controlada se convierten en aprendizajes permanentes, o si solo detuvimos lo que no se iba a detener nunca. Este post es también un llamado a crear una nueva idea de consumidor, uno que entiende que su comportamiento frente a la industria también determina el futuro del planeta mismo. Pero bueno, eso ya es otra historia. 

Por cierto, ¿ya leyeron las entradas previas del especial? Acá se las dejo por si acaso. 


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