domingo, 19 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: una semana de la moda en medio de una crisis social

Este post inicia con un suspiro. De esos que sirven para buscar un poco de claridad cuando hay muchas ideas tintineando en la cabeza. Y creo que es importante respirar porque el escenario es más robusto de lo que pareciera. De hecho, llevo posponiendo la redacción de esta entrada más de tres días. La información a cuenta gotas hace que muchas de mis reflexiones necesiten un contexto, o una conclusión, mucho más precisa. Mi primera entrada sobre Colombiamoda virtual no era muy optimista que digamos. Y siento que la primera razón por la que comenzamos a hablar de esto en esos términos está relacionada con la pertinencia de la moda (no de ferias, no de shows, no de eventos digitales) en un tiempo como el que estamos viviendo.

Las prioridades cambiaron, la interacción social es diferente y la moda, como narración particular de la historia cotidiana, debía cambiar igual. El hecho de vestirnos, hoy por hoy, responde al modo en el que interactuamos con nuestro trabajo y los momentos en los que tenemos compromisos ineludibles. Sweatshirts, hoodies, joggers, y todos los sinónimos anglo que existen para las sudaderas, se han vuelto la estructura esencial de los atuendos que armamos para sobrevivir al encierro. Y la fantasía que hay detrás del diseño de autor, sobre todo en Colombia, se vuelve una idea casi utópica, que puede ir desde la desconexión con la realidad social, hasta la falta de espacios para lucir una prenda de este nivel de manufactura. Y tal vez por ahí deba ir este texto: la fantasía y la categoría de lo aspiracional como necesidad en la narración de la moda colombiana motiva a que un espacio como Colombiamoda siga sucediendo.

Sé muy bien que hoy me encuentro en medio de ciertas revisiones críticas sobre lo que la moda puede (o no) lograr dentro de las sociedades. Sobre todo cuando no es una prioridad. El análisis de discurso que antes se fijaba en la aplicación de una tendencia y el uso adecuado de colores y textiles, hoy incluye categorías que apelan a la humanidad y la empatía, y que se vuelven más importantes que las prendas mismas. Creo que esa es una noción obvia, el lenguaje de la indumentaria dejó de ser sobre prendas hace mucho tiempo; sin ganas de caer en la dialéctica filosófica que esto puede implicar, traigo esto a colación como un pedido anticipado, más que una crítica es una solicitud, de buscar el modo en el que la moda conecte con esos valores que determinan con más ímpetu el tipo de personas que descubrimos que debíamos ser. 

Pasarela de Carlo Carrizosa en el marco de Colombiamoda 2019.
Foto de Inexmoda. 

Decirlo a menos de dos semanas de iniciar las puestas en escena suena tardío. Pero creo que esa es mi "responsabilidad" con la industria: poner sobre la mesa lo que debe ser discutido, como parte de una revisión constante de nuestras motivaciones creativas. Incluir a la ética en este proceso es un escalamiento necesario y podríamos decir que llevamos evitando esta conversación más tiempo del prudente. Y la narración de este presente la exige. Sí, la pertinencia de esta semana no la vamos a descubrir en un blog más, donde experimentamos con las barreras actuales de investigación, ni la idea de ir contracorriente frente a un hecho anual que representa un porcentaje de ventas con un retorno de inversión considerable; pero podemos preguntarnos, como una categoría de juicio, el valor agregado que aporta cada colección de la feria al sistema, a la sociedad, a las empresas involucradas y a sus segmentos de mercado. Y así, tal vez, comprendamos el por qué del riesgo que implica seguir adelante, que más que una muestra constante de resiliencia, puede reflejar la imponente necesidad de mantener el ritmo acelerado como elemento intrínseco a la moda misma. 

Las comparaciones son odiosas, así que me limitaré a crear un contexto replicable donde hablamos de segmentos, países y contextos esencialmente distintos; pero el propósito (si lo vemos desde una perspectiva estricta) es el mismo: comunicar moda a partir de canales digitales. Después de la rimbombante explicación, procedo, la semana de la Alta Costura virtual dejó lecciones clave sobre el proceder de la moda en un mundo en cuarentena. Ver el show de Dior nos dejó este aprendizaje idílico sobre los mundos paralelos que puede crear la moda y la importancia del storytelling en el material digital para hacerla convincente. Pero, más allá de eso (que no deja de ser un referente clave para interpretar el alcance de una presentación), lo que dejó este bombardeo de colecciones resort, haute couture y masculinas es el cuestionamiento sobre qué está narrando la moda actualmente. Hoy compramos sin saber para qué ocasión lo hacemos, y hoy nos preguntamos con más ímpetu lo que hay detrás de lo que compramos, y todo eso está muy bien, ¿pero seguir comprando (en consecuencia, seguir creando) es la verdadera solución? 

Esta duda yo ya la había planteado cuando hablé de saltarnos una temporada como la solución perfecta para un sistema desmedido que, más allá de sus implicaciones sociales, sigue funcionado si anda a toda marcha. Y es ese tema el que me trae a este artículo: si la moda narra el presente, ¿qué van a contar nuestros diseñadores en Colombiamoda? ¿hablarán de qué implica crear en medio de todos los sentimientos abrumadores que nos despierta? ¿enfrentarán el hecho de que seguir produciendo es, inevitablemente, un riesgo para la gente que trabaja en sus talleres? ¿contrastarán lo que pasa en sus cajas registradoras con lo que sucede con miles de negocios más, que buscan un modo de sobrevivir sin un chance como este? Porque la moda, seres, no es solo la prenda, y esa exploración tenemos que hacerla con más fuerza cuando las condiciones nos exigen retar todo lo que conocemos para darnos nociones de un futuro donde la responsabilidad social y la ética marcan la pauta dentro del propósito de una marca, y los procesos intrínsecos a esta. 

Si no entendemos el nuevo contexto de creación, el nuevo lugar para el vestuario y el nuevo propósito de la identidad narrada con indumentaria, no tiene sentido ningún esfuerzo que realicemos en mantener a flote una industria que peca de imprudente. Ahora, ¿Colombiamoda sí puede responder a este contexto, desde la conciencia que implica entender la nueva normalidad? 

A esta pregunta, más que una respuesta, le daré una serie de categorías de evaluación que pueden guiar hacia una solución que, muy a mi pesar, es una construcción subjetiva. Para los negocios será un salvavidas en forma de gancho comercial, y para los transeúntes del streaming podrá ser solo un placebo que nos recuerde que el privilegio solo se hace más imponente en tiempos de dificultad. Pero en esas categorías encontraremos que la experiencia que Colombiamoda quiere ofrecer va mucho más allá del show: facilidad de compra, activaciones personalizadas, espacios de conversación, talleres dirigidos y personalizados, entre otras iniciativas, son una de las apuestas más integrales que Inexmoda contempla, como parte de una concepción macro de la industria, que busca impactar a todos los perfiles involucrados en la cadena de valor del mercado textil. No es convencer a un comprador de que la moda sigue viva, es sincronizar muchos eslabones en función de la nueva normalidad que nos atañe. Si bien esto suena a un complemento perfecto de la experiencia, sigue en el tintero el alcance de la intención de enfrentar la realidad con algo más que optimismo digital. 

En ese orden de ideas, y para cerrar el primer mamotreto del especial, me quedo corto al tratar de responder mi propia pregunta. Si Colombiamoda en el tiempo pandémico es pertinente o no es un juicio de valor que no puedo emitir ahora mismo, y que muy seguramente, las cifras responderán esa pregunta mucho mejor que yo; lo que sí puedo decir es que los cuestionamientos que hoy hacemos sobre la feria, de tinte ético en su mayoría (sobre todo en lo que respecta a procesos de manufactura, producción audiovisual e inversiones varias), son la puerta de exploración hacia el impacto real que tiene la moda en el país, y una necesidad explícita de saber con detalles por qué hacemos lo que hacemos. Y ustedes, ¿se lo preguntan tanto como yo? 

Nos vemos en el siguiente capítulo. Mientras tanto, cuéntenme cómo seguimos esta conversación. 

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