lunes, 5 de agosto de 2024

Un rant sobre el color, el streetwear, las siluetas amplias y los zeticas

¿Me extrañaban? Yo sé que no mucho. Yo tampoco extrañaba esto, y creo que por eso es aún más divertido volver. Hace unos días llegó la factura de este dominio y pensé: ¿vale la pena renovarlo? Mientras escribía esto, aún no lo decidía. Pero, si están leyendo esta entrada, de seguro sucumbí. O decidí volver a Blogspot, como en el inicio, por allá en 2011. Sinceramente, este espacio siempre ha sido un lugar extraño de experimentación, de conectarme con mis ideas, de pretender que puedo ser mi propio estratega de marketing, y aprender de lo que surja para crear cosas en otros entornos. Resulta también irónico que el punto de partida de la historia de moda que construimos por tantos años, sea una ventana olvidada a la que miro cada cuatro años. 

Y qué curioso que vengo acá, hoy, a quejarme de una nueva generación. Sobre todo, cuando este fue un espacio para defender la inocencia y la ingenuidad de crear sin mayor idea del mundo. Y aún no tengo tantas ideas como quisiera, y mucho menos sigo siendo una parte activa de esta nube de comentaristas que inundaron los canales digitales. Pero tengo las suficientes para poder pegar el grito en el cielo, como el old man yells at cloud.

La vida sigue en ese camino de la distopía que he aprendido a disfrutarme, y siempre será irónico que un tipo tan aburrido como yo hable de la inestabilidad y el caos como una constante. Pero hemos aprendido a fluir en nuevos escenarios, y estamos orgullosos de eso. Y nuestra visión ha cambiado, más de lo que disfrutamos admitir y menos de lo que deberíamos. Pero ha cambiado.

Es en esta transición en la que surge la idea de este post. El color se volvió parte esencial del clóset, aprendimos a vestirnos para otros climas, experimentar con siluetas se nos volvió una fascinación adquirida, y cada día desdibujamos cualquier línea que pueda definir cuál es nuestro estilo. Esas licencias que se permite uno luego de llevar más de diez años identificándose con una industria que sigue siendo un universo inalcanzable. Y, como un orgulloso late millennial, no deja de sorprenderme el hecho de que esa idea no migró a la generación siguiente.

Mi ojo de etnógrafo mediocre capta un par de cosas. Los uniformes sociales, las tendencias que se quedan más de lo estimado, la velocidad de consumo que cada día tiene menos sentido, esas cosas ya no pasan desapercibidas. Y notarlas hace parte de un panorama cargado de insights que parecen solo comentarios lanzados al aire.

Yo sigo sin entender qué entienden por el concepto aesthetic, aun cuando me han acusado de tal crimen más de una vez. Sigo sin comprender cómo se construyen, de forma identitaria, las estéticas de los pelades. En especial, porque ese salto generacional donde el consumo es veloz y la identidad es un objeto casi que de opinión pública, sucedió de un modo… inesperado. Hoy por hoy, el eje del entretenimiento se volvió ese consumo indiferente e inevitable de contenidos, en el que cualquier cosa puede o no ser una tendencia. Todo parece relevante en esa nube digital de videos cotidianos en los que la curaduría es un proceso casi accidental, y en los mercados que se adaptan en suplir una demanda que puede o no suceder, dependiendo de qué tantos fotogramas traten de volverlo un hecho tangible.

Pero un par de cosas sí se volvieron el estándar. Sacrificamos los skinny jeans en aras de la comodidad (pero eso les pasa porque nunca aprendieron cómo comprar jeans cómodos, y no es culpa de los skinny amadosadoradosnopuedovivirsinellos), y la paleta de color se volvió… aburrida. ¿Alguna vez, en esos saltos generacionales de una suerte de evolución social del último siglo, tuvimos una paleta estándar tan mediocre?

Pienso en el groovy, que hizo su comeback hace un par de temporadas. Y en el Y2K, que hizo lo suyo por allá en el 2022. Y hasta el problemático coquette, lleno de ideas retrógradas sobre el vestuario (y la feminidad, pero eso es otro tema). Y ninguna de esas paletas era un masacote de grises, blancos y cremas sin alma…

Y este rant, porque es eso, un rant, viene a quejarse de esa idea del uniforme social en un entorno que se presta para todo, menos para eso. Entonces nos toca conversar sobre el acceso a la información, la velocidad del contenido, la variedad de voces, el exceso de nichos y una defensa casi que irrefutable de la individualidad; que se convierte en una masa donde los chiros perdieron una de sus categorías más importantes en su construcción semiótica como lenguaje: la expresión.

Porque, además de sentirte cómodo, ¿qué expresas con un jogger beige? Es una prenda que habla como una h, silenciosa y hecha para cumplir unos casos particulares que requieren un sonido específico, pero muda en esencia.

Mi look favorito del año, en clave neón y colorcitos muy millennials.

Y diría Twitter, porque este rant se cocina desde un tuit de como por allá en mayo, sobre estar en “the gayest of times”. Y no sé si resulta una queja segmentada o si, como comunidad, luego de cargar en nuestros hombros el peso de la historia de la moda contemporánea, la expectativa es muy alta, pero, ¿de dónde viene ese sentir más queer de cumplir con ese código uniforme casi que a rajatabla?

En uno de esos análisis medio antropológicos que se hacen al consumir contenido porque, y párenle bolas a esto, ahora grabo videos para tiktok, me surgió esa pregunta. ¿Por qué en the gayest of times es cuando más obsesionados estamos con la tibieza del beige? ¿Es tal vez una muestra de que el vestuario pasa a un segundo plano cuando tenemos una libertad de expresión mayor? ¿Es acaso un modo más de decir que dejamos ir la idea de los íconos queer cuando nuestra existencia deja de ser una protesta en sí misma? No lo sé.

Pero, para no hacer más extenso este cuento, esta es una carta abierta al color. A las siluetas, en todas sus formas, a los brillos cotidianos, a las muestras de individualidad, a la comodidad de la exuberancia. Y un cuestionamiento constante a construir identidades a partir del vestuario. A volver a divertirnos, a mostrar, a hacer voltear cabezas, a incomodar, a recordar que hay algo maravilloso en volver memorable lo cotidiano. Y, sobre todo, a recordar que en the gayest of times, lo último que tenemos que ser es heteronormados.

Por su atención, gracias,

Camilo Alberto.

  

jueves, 6 de agosto de 2020

Colombiamoda 2020: Producciones en medio del distanciamiento social

En efecto, este artículo debía estar listo antes de la feria, pero el tiempo es un gran curador y decidió que, con una visión mejor pulida, escribiéramos esto después de ver las puestas en escena más importantes del evento. Y creo que la única razón por la que quería publicarlo previamente era darle un peso mayor a una realidad que yo daba por hecha, antes de que fuera pública para todos. Más bien, quería poner sobre la mesa una cuestión bien importante que poco íbamos a mencionar con cada fashion film que pudimos ver: si tenemos presente que seguimos en medio de una pandemia que detuvo completamente al mundo, ¿qué tan ético resultó saltarnos la cuarentena para grabar videos sobre ropa? 

La moda nacional, y nuestras constantes ganas de consumir material y hablar con propiedad del asunto, llevó toda nuestra atención a las propuestas de Colombiamoda de un modo particular. Podemos hablar de que esta edición democratizó las pasarelas, abrió nuevas perspectivas sobre imagen de marca y dejó muy en claro cuáles son los nuevos retos a los que se enfrentan las empresas del sector, ahora cuando sus presentaciones sobreviven a punta de un componente audiovisual bien importante. Creo yo que más adelante hablaremos de las lecciones específicas que quedaron en el tintero, tal vez me decida a narrar algunas de las ideas que me parecen dignas de discusión, pero por ahora, hay una sola idea que me ronda la cabeza: ¿en qué condiciones de bioseguridad se produjeron los videos que vimos durante tres días en la plataforma de Inexmoda? Pero, sobre todo, ¿qué tan importante resultaba este proceso para definir los estándares éticos de la moda colombiana?

Esta foto del backstage de Lugó Lugó es bien curiosa. Si bien, la marca vende tapabocas desde el inicio de la pandemia, en su colección fueron casi que completamente ausentes. Hasta este momento.

Yo soy un tipo que colorea dentro de la línea. En general, suelo jugar bajo las reglas dispuestas, y tengo una ligera obsesión con determinar los límites, los pros, los contras y los peros. Por eso, lo primero que pensé cuando hablaron de que veríamos puestas en escena es qué norma debíamos saltarnos para reunir la cantidad de gente necesaria para que estos vieran la luz. La confirmación fue necesaria porque, en teoría, no había ninguna prohibición particular a la producción de audiovisuales en espacios cerrados, siempre y cuando se garanticen los protocolos (palabra que ahora volvimos popular) de bioseguridad. Agradecemos acá a @vanebuza que, por Twitter me rotó el dato sobre el marco normativo para grabaciones en Medellín. 

Aún sin existir alguna prohibición explícita, viene la cuestión esencial del tema: ¿qué tan apropiado es seguir adelante con una producción, en un momento donde los contagios suben y las cuarentenas vuelven a ser estrictas? Pensemos en lo que implica esto: operarios de cámaras, estilistas, artistas de maquillaje, modelos, presentadores, personal de prensa y asistentes varios. Aún más arriesgado cuando algunas de estas marcas decidieron trasladarse a una locación externa a la ciudad, y hasta contratar vehículos aéreos privados para esto. ¿Valió la pena reunir a toda esta gente, en estas condiciones, sabiendo que no dejaba de ser un riesgo latente, aún cuando la ley lo permitía? 

Como hemos hablado desde 2019, la ética y su derivación en la responsabilidad social empresarial, son un punto esencial del posicionamiento de una marca. Entonces, debemos definir, ¿qué ejes temáticos incluye esa idea de ética, que bien trillada sí suena? Básicamente, para no sonar rimbombante, la ética corporativa busca mitigar el efecto que nuestra operación crea en la sociedad y el entorno en el que ejercemos nuestra actividad económica. Por todo esto, comprendiendo la situación actual como un filtro de nuestras decisiones empresariales, se abre el debate de lo procedente que resultaba hacer todo ese esfuerzo, en videos en los que ningún modelo utilizó un tapabocas.

Entonces, ¿cuál era la otra opción si hacer videos me parecía tan terrible? Acá, anticipándome a muchas de las preguntas que pueden surgir, creo que no presentarse también era una opción. Pensemos, una vez más, en el panorama general. Yo sé que he hecho estas preguntas una y otra vez a lo largo de los últimos tres meses. Las hice cuando traté de predecir el futuro del sistema, las hice de nuevo cuando quise enfrentar las iniciativas que surgieron buscando soluciones a la crisis que la moda enfrentaría, y las repetí una vez más mientras veía la puestas en escena de Colombiamoda. Ahora, las repito con un tonito de reafirmación, una que creo que deben hacer ustedes más que yo, ¿la moda es realmente importante en un tiempo tan confuso como el que vivimos? Para mí, la respuesta es obvia. 

Admito que, más allá de mis aproximaciones iniciales, toda la feria fue un ejercicio necesario. Y como fue un ejercicio necesario, también dejó muchos aprendizajes sobre el como no proceder. Aún pienso bien cuáles fueron las motivaciones de seguir adelante, cuando todo parecía decir que no era lo más sensato. No me corresponde abrir esa puerta, porque creo que mi labor de observador me lleva a explicar las lecciones de lo que sucedió. Pero sí creo que valió completamente la pena.

Si bien Inexmoda procedió de un modo intrépido y logró darle un giro bien importante a la historia de la moda colombiana moderna, es otro el destino de las marcas que presentaron. Hoy la conversación se abrió retando al modo de proceder de quienes dejaron de lado los valores esenciales de la nueva realidad y cuestionándonos qué vale la pena hacer en nombre de la moda. También, ahí incluimos el capital creativo de las marcas, cuando de marketing y medios se trata, pero eso ya es otra historia. 

Por todo esto, creo que hoy más que nunca, las empresas de la industria deben preguntarse cuál es el retorno de la inversión en Colombiamoda, y cómo pueden participar, en ediciones venideras y en materiales audiovisuales que planeen para el futuro, con un papel relevante y consecuente con la realidad. Porque, quienes lograron destacar en esta edición, demuestran lo que pasa cuando la fuerza corporativa y la inversión adecuada se unen en pro del éxito de una colección. 

miércoles, 29 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: ¿Un nuevo formato es una predicción sobre el futuro?

Vuelvo entre especiales, porque las letras tienen esa maravillosa cualidad de la atemporalidad, para reflexionar sobre los cambios del mundo que creíamos venidero. Y digo creíamos porque, más de una vez, mencioné que ciertas nociones de la realidad que viene hacia nosotros se desvanecen en el esfuerzo de los mercados por mantener esquemas insostenibles, que no pueden desmontarse porque son los que representan ventas reales. Porque sí, la reinvención solo funciona cuando nos permite vender. 

Cuando hablé de la pertinencia de Colombiamoda, en lo primero que pensé fue en el objetivo general de la feria y si este justificaba la inversión en procesos de innovación que se requerían para lograrla. Porque, contemplen el escenario: plataformas que deben soportar un tráfico elevado de usuarios en formato streaming, producciones que implican una movilización importante de personas, patrocinio de eventos y colecciones, entre muchas otras cosas que mueven la economía alrededor de estos eventos. El aporte no era chiquito. Y, si bien, las limitaciones de movimiento han hecho que muchos costos parezcan controlarse, no deja de ser una apuesta que requiere de un trabajo considerable. 

En esa perspectiva, lo más lógico debe ser que el retorno que esperan de esta permita, por lo menos, el cubrimiento del costo y, por ahí derecho, que las marcas que decidieron invertir logren un retorno ideal de esta osadía. Lo pongo también en estos términos porque sabemos que estos espacios no son baratos, ni siquiera digitalmente. Esta vitrina, tan anhelada por muchas compañías, representa un valor que no todos están dispuestos a pagar, se requiere de un músculo financiero bien fortalecido para que, en su medida ideal, dé las ganancias que esperamos conseguir. Por esto, ¿qué pasará cuando cambiemos de formato y lo digital reine como parte de ese costumer's journey implícito?

A la moda le hemos achacado tantas veces la capacidad de narrar la historia, desde una perspectiva casi sociológica, que nos cuesta entender que se estanque en modelos anacrónicos. Las tendencias buscan explicar el mundo con productos creativos que se crean pensando en los rasgos más importantes de las realidades mundiales; y hasta ahí la industria abarca su propósito, así que ahora hay que consultar: cuando todo este proceso creativo que hay detrás del producto, que se supone parte de la innovación, no evoluciona al mismo ritmo que el consumidor, ¿qué pasa? 
 
Por esto, cuando nos dijeron que toda la moda debía volverse digital, se abrió una puerta a discusiones importantes como las que le mostré en Desaceleración, moda y capitalismo: la moda lenta, el diseño consciente, el fin de las rebajas, la disminución de la producción y un pricing mucho más acertado, que beneficie directamente a pequeños creadores de "lujo". Todo esto, bueno, en el papel parecía ideal. Y no quiero que se lea mal, en serio es necesario que algo así suceda, pero la realidad es distinta y no son los pequeños creadores los que hacen parte del control del imperio. De hecho, las marcas grandes han sido las primeras en seguir con el flujo de colecciones (como si a alguien en serio le importara comprar una prenda para resort cuando el turismo sigue cerrado a lo largo del mundo) sin detenerse en un solo minuto. No solo queremos ignorar el hecho de las faltas éticas a las que acude la moda para sostenerse, sino que expresamente dejamos en claro que detenernos no es, ni será, una opción. 

Foto: Street style de Colombiamoda 2019.

Entonces, si ya sabemos que la moda no va a desestimar la pasarela y el show presencial (porque, al final de todo, es una muestra importante de estatus entre invitados y compañías), ¿cuál va a ser la participación real del lenguaje audiovisual en el futuro de la industria? Si lo hablamos a nivel Colombia, la respuesta a esto es bastante sencilla. 

Los diseñadores nacionales, de un tiempo para acá, vienen confiando (y sobrevalorando, un poquito) el poder de la estética que se comparte por medios sociales. Si bien la imagen de marca es un ítem clave en una estrategia de mercadeo saludable, pareciera que muchas compañías de moda lo utilizaran como un único recurso para transmitir toda su experiencia. Eso ha hecho que en los últimos cinco años, la fotografía de moda y el estilismo se formalizaran como cargos necesarios para la industria. Muchos talentos (y algunos que, bueno, no tanto) se abrieron paso estableciendo nuevos códigos de estilo para el material audiovisual, que mantiene vivo el ideal aspiracional de la industria. Pero, si me preguntan a mí, un grueso muy importante de este trabajo se restringió a los feeds de Instagram, y ya. Ahora, lo que sí sabemos es que las posibilidades del audiovisual son mucho más amplias y que son un must para todas las experiencias que vengan después de esto. 

 Y en eso sí le doy un punto a nuestra industria, porque considero que hay de donde agarrar si queremos pegar ese viraje. Tal vez la moda internacional no sobreviva sin el show mediático que implican sus presentaciones, pero en Colombia ahora es más sencillo no depender de medios (que no existen) ni de canales masivos, pues estos mismos ahora le apuntan a la concreción del estilo de vida mediante experiencias integrales para sus nichos de mercado. 

Lo que sí es claro es que el futuro de la moda no es digital. Casi todos los críticos internacionales, que siguen escribiendo de los shows que estamos viendo, hablan de lo difícil que resulta juzgar una colección sin poder detallarla de forma presencial. Y sí, algo de eso es cierto, aunque el universo virtual también cuenta con herramientas que pueden potenciar la sensación de ver al detalle. Más allá de eso, la lección que Loewe nos dejó con sus cajitas llenas de detalles sobre cada uno de los estlismos que la pasarela debía mostrar, le apunta a que los nuevos lenguajes de moda son importantes, y deben ser considerados como un soporte básico de nuevas presentaciones. Indiscutible. 

Hoy más que nunca reafirmo que este especial no pretendía dar ninguna verdad que pudiera tallarse en roca, porque no hay cómo lograr ese conocimiento en una sola edición de esta feria. Pero sí me gusta esa idea de dejar las puertas abiertas al modo en el que ustedes consideren que esto debe fluir, más en un momento donde las voces independientes reafirman que el verdadero crítico es el público general. Cuéntenme, ¿adónde irá a parar la moda digital?

sábado, 25 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: ¿Qué queremos ver y qué veremos?

¿Hace cuánto no hablamos de tendencias? Corrijo: en medio de la pandemia, ¿hace cuánto no consideramos necesario hablar de tendencias? Vuelve la burra al trigo, ¿no? Yo sé muy bien que el tema del caos básicamente se me volvió un trigger inevitable para hacer todo tipo de reflexiones. De mercado, de estilo de vida, de trabajo, de identidad, de todo lo que sea susceptible de reinvención. También sé, mejor que ustedes, que volver a este tema como parte de todo lo que hacemos, suena hasta trillado. Y puede que lo sea, pero cuando un suceso así cambia todas las normas de juego, también resulta desconectado no pasarlo primero por el filtro de la "nueva realidad". Es necesario aclarar que, del mismo modo, entiendo el conflicto que representa hablar de "reinvención", "nueva realidad" y "cuarentena". Uno, porque nos tiene hartos; dos, porque cada día parece ser más compleja, y tres, porque dejamos de cumplirla hace mucho tiempo. 

Pero, cuando hablamos de qué queremos ver en una semana de la moda, los expertos en tendencias entienden bien que los contextos sociales, económicos y políticos juegan un rol importante sobre la decisión de una paleta de color, siluetas, materiales y temas de narrativa. En general, los productos creativos tienen una categoría primordial en el registro de los hechos históricos que vivimos día a día. Y bueno, esto no tiene un objetivo distinto que dar un poco de contexto de por qué este pechito, que no se caracteriza por incluir en sus reflexiones las visiones subjetivas de las creaciones relacionadas con las tendencias y los patrones, decidió hablar de lo que queremos ver en Colombiamoda virtual. 

Volvamos a un ejemplo maravilloso de cómo se mercadea una colección presentada en medios digitales. ¿Todos vimos el video de Dior y su colección de Alta Costura, no? (Si no, acá les dejo el link). Maravilloso. Punto. Idílico, lleno de inspiraciones artísticas e históricas, creado para ser memorable. Y, bueno, el video fue solo la presentación oficial. El concepto de los maniquíes de 40 cm, los vestidos hechos en un tercio del tamaño original, una landing page con detalles específicos de cada una de las prendas. Una narración hecha para llevarnos a un mundo paralelo, que no desconoce que la realidad fuera de la pantalla raya en el surrealismo. Un ejemplo perfecto de lo que podemos aspirar a ver en una narración consciente de la moda. 

Eso, básicamente, es lo que esperamos de Colombiamoda. 

A ver, no sé si me explico bien: Colombiamoda ahora nos ofrece la posibilidad de nuevos análisis, que van más allá de lo que solíamos hacer. Ahora miramos el lenguaje digital y la forma en la que narramos las historias detrás de lo que hacemos. Y para mí esto es casi tan importante como la propuesta de diseño mismo. Pensemos esto al hacer un paralelo entre lo que el arte del diseño y el arte de la producción audiovisual pueden ofrecer como experiencia, son idiomas complementarios, pero que sirven de formas distintas a nuestro objetivo de comunicación. Entonces, así como nos embobamos con las ninfas de Dior, y luego analizamos vestido a vestido en la sección de su web dedicada a la colección entera; esperamos que Colombiamoda nos ofrezca una experiencia similar. 

Y, sin ir muy lejos, ellos lo pensaron antes que yo. Tal vez a esta necesidad impacta la oportunidad de ofrecer un see now buy now, patrocinado por Mercado Libre, en el que puedes comprar todas las piezas de cada colección allí presentada. Creo que con eso nos aseguramos de que la experiencia de la feria llegue a feliz término, sin todo el trámite casi oscurantista que puede llegar a ser el contactar a uno de los diseñadores involucrados para comprar alguna de las prendas presentadas (créanme, hay varios que por más que tengas la plata, no te venden). Además de que, no solo es comprar la prenda, también es examinarla con mayor detalle y poder analizar qué tanto cuesta una pieza de diseñador en esta época. Creo que esa revisada también nos ayuda a entender mejor cómo se establecen los precios y cuál es el promedio del valor de ciertas marcas. 

Experiencias como el backstage se vuelven material considerable a la hora de mostrar con más detalle la narración de un show. Pink Filosofy, Colombiamoda 2019. 

Pero bueno, ya estoy hilando muy delgado porque, más allá de esto, en Inexmoda entendieron bien que las franjas de puestas en escena y todos los espacios a los que teníamos acceso de forma presencial, requería de ciertos componentes que garantizaran la atención de los televidentes. Digo televidentes porque no sé si ya se inventaron una nueva palabra para los usuarios de videos digitales. Volviendo al cuento, quisieron complementar la idea de los desfiles (yo sé que no son desfiles, pero me estaba quedando sin sinónimos) con experiencias mucho más cercanas de entretenimiento e interacción con el vestuario. Desde talleres especializados (que tienen un costo, eso sí), hasta conferencias gratuitas, pasando también por experiencias de entretenimiento, que incluyen un documental y varias apuestas hacia el DIY. Sabemos que el reto real está en mantenernos entretenidos en el tiempo en el que las marcas hacen lo suyo, saber conectarnos. 

Para no hacer esto más largo, también quiero hablar de las propuestas de vestuario que veremos. Porque, al final de la historia, todo esto sigue tratando de esto. Para esta edición, la parrilla nos trae un número más reducido de marcas de diseño de autor; las marcas masivas le apuntan alto y tratamos de poner todo en la perspectiva de "ayudarnos" para sobrevivir. Me atrevería a decir que Colombiamoda es una feria dedicada al resort, propuestas coloridas y hechas para el verano dominan las pasarelas a lo largo de la semana que suele durar la feria. Por ahora, no veo que haya espacio a historias distintas a esta idealización del diseño colombiano. Si bien lo primero que quise ver, cuando se confirmó que el evento sí sucedería, fue el modo en el que los diseñadores colombianos se atreverían a narrar una pandemia, imaginé una fuerte conexión con el loungewear y la propuesta innovadora que nos devolviera colecciones hechas para vivir en el ahora, más que seguir dándole cuerda a esa nostalgia sobre el futuro, del que seguimos sin tener mayor razón. 

Por alguna razón, cuando pensé este post quería extenderme más sobre las prendas y lo que significa ese paralelo entre lo vigente y el diseño pensado para el futuro. Porque la línea narrativa del diseño colombiano se volvió difusa en la cuarentena. Volví a preguntarme, más de una vez, ¿qué pasa con las propuestas que surgen cuando el tropicalismo se agota? Y no porque quiera que el caribbean chic pase a mejor vida (más que querer o no, es que sabemos que no sucederá), sino porque siento que una industria con una capacidad como la nuestra se queda corta en construir relatos que apelen a técnicas, temáticas y nichos de mercado diferentes al que repetimos en cada show de este tipo. Tal vez mi cabeza va más rápido de lo que puede ir el mercado y termino sintiendo vacíos que son imposibles de llenar. Uno termina categorizando ciertas posibilidades, que más que posibilidades, son espacios en los que aún no cabe una oferta viable de diseño, no sé el por qué con certeza. Y esto, como cosa rara, abre una nueva conversación que bien cabe en un espacio distinto a este. 

Más allá de todo esto, esperemos que los formatos de las puestas en escena le den un viraje interesante al storytelling de las colecciones y que la interpretación del material audiovisual y sus infinitas posibilidades, nos permita explorar nuevas aristas de la comunicación de moda, que derive en tendencias futuras que acerquen y conecten con mayor facilidad. Y ustedes, ¿qué esperan ver de las puestas en escena de Colombiamoda?