domingo, 19 de julio de 2020

Colombiamoda 2020: una semana de la moda en medio de una crisis social

Este post inicia con un suspiro. De esos que sirven para buscar un poco de claridad cuando hay muchas ideas tintineando en la cabeza. Y creo que es importante respirar porque el escenario es más robusto de lo que pareciera. De hecho, llevo posponiendo la redacción de esta entrada más de tres días. La información a cuenta gotas hace que muchas de mis reflexiones necesiten un contexto, o una conclusión, mucho más precisa. Mi primera entrada sobre Colombiamoda virtual no era muy optimista que digamos. Y siento que la primera razón por la que comenzamos a hablar de esto en esos términos está relacionada con la pertinencia de la moda (no de ferias, no de shows, no de eventos digitales) en un tiempo como el que estamos viviendo.

Las prioridades cambiaron, la interacción social es diferente y la moda, como narración particular de la historia cotidiana, debía cambiar igual. El hecho de vestirnos, hoy por hoy, responde al modo en el que interactuamos con nuestro trabajo y los momentos en los que tenemos compromisos ineludibles. Sweatshirts, hoodies, joggers, y todos los sinónimos anglo que existen para las sudaderas, se han vuelto la estructura esencial de los atuendos que armamos para sobrevivir al encierro. Y la fantasía que hay detrás del diseño de autor, sobre todo en Colombia, se vuelve una idea casi utópica, que puede ir desde la desconexión con la realidad social, hasta la falta de espacios para lucir una prenda de este nivel de manufactura. Y tal vez por ahí deba ir este texto: la fantasía y la categoría de lo aspiracional como necesidad en la narración de la moda colombiana motiva a que un espacio como Colombiamoda siga sucediendo.

Sé muy bien que hoy me encuentro en medio de ciertas revisiones críticas sobre lo que la moda puede (o no) lograr dentro de las sociedades. Sobre todo cuando no es una prioridad. El análisis de discurso que antes se fijaba en la aplicación de una tendencia y el uso adecuado de colores y textiles, hoy incluye categorías que apelan a la humanidad y la empatía, y que se vuelven más importantes que las prendas mismas. Creo que esa es una noción obvia, el lenguaje de la indumentaria dejó de ser sobre prendas hace mucho tiempo; sin ganas de caer en la dialéctica filosófica que esto puede implicar, traigo esto a colación como un pedido anticipado, más que una crítica es una solicitud, de buscar el modo en el que la moda conecte con esos valores que determinan con más ímpetu el tipo de personas que descubrimos que debíamos ser. 

Pasarela de Carlo Carrizosa en el marco de Colombiamoda 2019.
Foto de Inexmoda. 

Decirlo a menos de dos semanas de iniciar las puestas en escena suena tardío. Pero creo que esa es mi "responsabilidad" con la industria: poner sobre la mesa lo que debe ser discutido, como parte de una revisión constante de nuestras motivaciones creativas. Incluir a la ética en este proceso es un escalamiento necesario y podríamos decir que llevamos evitando esta conversación más tiempo del prudente. Y la narración de este presente la exige. Sí, la pertinencia de esta semana no la vamos a descubrir en un blog más, donde experimentamos con las barreras actuales de investigación, ni la idea de ir contracorriente frente a un hecho anual que representa un porcentaje de ventas con un retorno de inversión considerable; pero podemos preguntarnos, como una categoría de juicio, el valor agregado que aporta cada colección de la feria al sistema, a la sociedad, a las empresas involucradas y a sus segmentos de mercado. Y así, tal vez, comprendamos el por qué del riesgo que implica seguir adelante, que más que una muestra constante de resiliencia, puede reflejar la imponente necesidad de mantener el ritmo acelerado como elemento intrínseco a la moda misma. 

Las comparaciones son odiosas, así que me limitaré a crear un contexto replicable donde hablamos de segmentos, países y contextos esencialmente distintos; pero el propósito (si lo vemos desde una perspectiva estricta) es el mismo: comunicar moda a partir de canales digitales. Después de la rimbombante explicación, procedo, la semana de la Alta Costura virtual dejó lecciones clave sobre el proceder de la moda en un mundo en cuarentena. Ver el show de Dior nos dejó este aprendizaje idílico sobre los mundos paralelos que puede crear la moda y la importancia del storytelling en el material digital para hacerla convincente. Pero, más allá de eso (que no deja de ser un referente clave para interpretar el alcance de una presentación), lo que dejó este bombardeo de colecciones resort, haute couture y masculinas es el cuestionamiento sobre qué está narrando la moda actualmente. Hoy compramos sin saber para qué ocasión lo hacemos, y hoy nos preguntamos con más ímpetu lo que hay detrás de lo que compramos, y todo eso está muy bien, ¿pero seguir comprando (en consecuencia, seguir creando) es la verdadera solución? 

Esta duda yo ya la había planteado cuando hablé de saltarnos una temporada como la solución perfecta para un sistema desmedido que, más allá de sus implicaciones sociales, sigue funcionado si anda a toda marcha. Y es ese tema el que me trae a este artículo: si la moda narra el presente, ¿qué van a contar nuestros diseñadores en Colombiamoda? ¿hablarán de qué implica crear en medio de todos los sentimientos abrumadores que nos despierta? ¿enfrentarán el hecho de que seguir produciendo es, inevitablemente, un riesgo para la gente que trabaja en sus talleres? ¿contrastarán lo que pasa en sus cajas registradoras con lo que sucede con miles de negocios más, que buscan un modo de sobrevivir sin un chance como este? Porque la moda, seres, no es solo la prenda, y esa exploración tenemos que hacerla con más fuerza cuando las condiciones nos exigen retar todo lo que conocemos para darnos nociones de un futuro donde la responsabilidad social y la ética marcan la pauta dentro del propósito de una marca, y los procesos intrínsecos a esta. 

Si no entendemos el nuevo contexto de creación, el nuevo lugar para el vestuario y el nuevo propósito de la identidad narrada con indumentaria, no tiene sentido ningún esfuerzo que realicemos en mantener a flote una industria que peca de imprudente. Ahora, ¿Colombiamoda sí puede responder a este contexto, desde la conciencia que implica entender la nueva normalidad? 

A esta pregunta, más que una respuesta, le daré una serie de categorías de evaluación que pueden guiar hacia una solución que, muy a mi pesar, es una construcción subjetiva. Para los negocios será un salvavidas en forma de gancho comercial, y para los transeúntes del streaming podrá ser solo un placebo que nos recuerde que el privilegio solo se hace más imponente en tiempos de dificultad. Pero en esas categorías encontraremos que la experiencia que Colombiamoda quiere ofrecer va mucho más allá del show: facilidad de compra, activaciones personalizadas, espacios de conversación, talleres dirigidos y personalizados, entre otras iniciativas, son una de las apuestas más integrales que Inexmoda contempla, como parte de una concepción macro de la industria, que busca impactar a todos los perfiles involucrados en la cadena de valor del mercado textil. No es convencer a un comprador de que la moda sigue viva, es sincronizar muchos eslabones en función de la nueva normalidad que nos atañe. Si bien esto suena a un complemento perfecto de la experiencia, sigue en el tintero el alcance de la intención de enfrentar la realidad con algo más que optimismo digital. 

En ese orden de ideas, y para cerrar el primer mamotreto del especial, me quedo corto al tratar de responder mi propia pregunta. Si Colombiamoda en el tiempo pandémico es pertinente o no es un juicio de valor que no puedo emitir ahora mismo, y que muy seguramente, las cifras responderán esa pregunta mucho mejor que yo; lo que sí puedo decir es que los cuestionamientos que hoy hacemos sobre la feria, de tinte ético en su mayoría (sobre todo en lo que respecta a procesos de manufactura, producción audiovisual e inversiones varias), son la puerta de exploración hacia el impacto real que tiene la moda en el país, y una necesidad explícita de saber con detalles por qué hacemos lo que hacemos. Y ustedes, ¿se lo preguntan tanto como yo? 

Nos vemos en el siguiente capítulo. Mientras tanto, cuéntenme cómo seguimos esta conversación. 

jueves, 9 de julio de 2020

Especial: Colombiamoda en pantalla

No hay primeras filas, ni el calor de Medellín, ni esa sensación de andar a mil por toda la ciudad con el único propósito de ver una serie de desfiles que marcan la pauta de la semana de la moda oficial del país. No hay, tampoco, ese sesgo inexplicable de la ubicación de los asistentes a un desfile, ni los correspondientes dramas que implica meter a una centena de blankitxs en problemas en un recinto ferial por un show de quince minutos. No hay, tal vez, industria que soporte una planeación así en un tiempo tan desperfecto como este. No hay, muy seguramente, que llenar de negativismo una idea que puede funcionar; pero, a la hora de pensar un nuevo especial sobre Colombiamoda online, fue lo primero que se me vino a la cabeza. 

El escenario es este: Inexmoda, el Instituto para la Exportación de Moda, tomó la decisión de convertir su feria más importante del año en un evento virtual. Todo esto debido a, ustedes saben, la pandemia que generó la peor crisis humanitaria de este siglo. Y, bueno, no son los únicos que se le midieron a convertir semanas de la moda en eventos digitales. En México pasó, Londres también migró y muchas de las casas de moda más tradicionales se están apegando a formatos audiovisuales y producciones sin audiencia para mantener vivo el calendario. Porque, con toda la discusión que procede sobre la pertinencia de la moda en medio del aislamiento social, siempre hay que preguntarse qué estamos haciendo para poner en el radar los temas que, para ser conciso, no determinamos ahora mismo.

Pasarela de apertura de Colombiamoda 2019. 

En este texto, haré lo que mejor sé hacer con las dudas que me surgen de este tipo de iniciativas: escribir y contar el cuento para analizar mis inconformidades que, de entrada, son varias. Desde comprender cómo logramos una parrilla de puestas en escena, contando con todos los peros de producción de diseño de autor en medio de una desaceleración económica; hasta el alcance que puede tener el área comercial, convertida en stands virtuales, sobre los resultados de la feria. Así que, sin más preámbulo, demos inicio a un nuevo especial: Colombiamoda en pantalla. 

Para este especial, hablaremos de: 

5. Una retrospectiva minuciosa.

Al comenzar a pensar en todo esto, es inevitable analizar que la visión que tenemos de las semanas de la moda, en una economía y un sistema como el nuestro, parecen modelos anticuados; cuando pensamos en sus nuevas versiones digitales, me cuesta adaptar la parafernalia que despiertan y la adaptación de sus metas. 

Si bien es un tiempo bastante confuso, más que coyuntural, adaptarnos al cambio es la solución para mantener el negocio a flote. Y, entendiendo que estas decisiones solo existen en el ahora, es válido preguntarnos mucho sobre el futuro del formato actual de venta como parte de la evolución (si es que hay cabida para eso) de la industria. 

No siendo más, me alistaré para iniciar cada uno de los textos prometidos. Si ustedes también quieren participar de Colombiamoda 2020, las puestas en escena son de acceso libre. Conozcan más en la web oficial y abramos pues esta conversación. 

martes, 30 de junio de 2020

La nostalgia del futuro: reversionamiento de un texto bien envejecido

El tiempo y su paso en cuarentena, así como la montaña rusa de emociones que implica, se vuelve un espiral efímero. Yo tengo muy claro que llevamos poco más de tres meses en estas, pero el paso de los segundos solo se siente en el oído interno. Y, así como pasan las horas en aislamiento, parecía inevitable el revolver recuerdos entre limpiezas, encontrando una pieza clave que fue parte del inicio de la búsqueda de mi estilo como redactor. 

Hace ya muchos años, más de seis, cuando comencé mi pregrado, escribir sobre moda parecía una carrera prominente. Había futuro, los medios repuntaban, los creadores independientes tenían voces sensatas: era el momento perfecto. Así que publicamos. La Revista El Poli, producción extinta de mi alma máter, me abrió el espacio de Redactor estudiantil, justo días antes de mi cumpleaños 18. Y, con todos los peros que hubo detrás, cierto revuelo se causó. Por eso, en medio de la búsqueda personal que implica la consecución de un nuevo empleo, decidí desempolvar esas épocas de revolución creativa, para darle un nuevo sentido a ese viejo texto. 

Nota del todero: la revista no sigue publicada en ningún espacio oficial, así que me tomé el atrevimiento de buscar entre mis archivos viejos y subirla, con todo y sus errores de diagramación y tipografía, para que le den una ojeada. La encuentran haciendo clic acá. 

Así se veía el impreso, la primera vez que lo publiqué en social media, cuando las cámaras de los teléfonos dejaban mucho qué desear. 

Así que, acá va. 

La era del cuestionamiento sobre la democratización de la moda 

Colombia vivió un boom de moda en el que vimos crecer las cifras del consumo textil y lo asociamos a una suerte de antelación a la concreción de la industria. En ese momento, vimos grandes marcas de lujo y pronta moda abriendo por toda la ciudad. Muchas tiendas de las que solo nos queda el recuerdo, y tal vez ni eso. Consecuentemente, llegaron otras más que no esperábamos ver tan pronto por estas tierras. Los diseñadores nacionales ahora crean bajo el manto de tendencias de apariencia inagotable y la audiencia que busca una prenda exclusiva se expande a quienes, bueno, pueden pagar precios descomunales por piezas de poliéster (y eso). Hoy, los medios de comunicación cierran por razones más que variadas (y válidas, en un buen porcentaje) y el comercio de indumentaria decrece de la misma forma que lo hace la economía nacional. Nada parece ser como antes.

Así mismo, propuse en aquel entonces que la moda lograba bajarse del pedestal para volverse urbana, alcanzable, asequible. Y, a la hora de la verdad, esto realmente nunca sucedió y, con más sensatez, no tiene que hacerlo. El buen gusto sigue siendo un fantasma clasista que agobia a la crítica de moda y las estrategias de pricing de muchas marcas se volvieron una burbuja que bien podría igualar a la inmobiliaria. Pero, sobre todo, el sistema mismo necesita que el pedestal no cambie, solo se transforme frente a las necesidades de cada tiempo. Sin él, el motor provisto por la ilusión de la democracia y el libre mercado no andaría. 

Cuando el dólar no había escalado el precio actual, del que no baja, y podíamos aprovechar los declives de otras economías robustas de este lado del continente, Bogotá era un punto clave para el comercio de bienes de lujo. Y, en simultánea, el mercado se llenó de nuevas opciones de bajo costo que volvían competitivo el escenario. Bastante tiempo después fue que entendí que la relación de los dos segmentos no era, ni de lejos, directa. 

Así como en el artículo original utilicé la mejor foto que tenía a la fecha (tomada por Zico Rodríguez), para este planeo usar mi mejor foto hasta la fecha, por Camilo Galvis (@camilogalvisphoto)

Era 2014 y las filas de bolsas amarillas en Forever 21 abrieron una pertinente discusión sobre la pronta moda y el consumo de prendas en Colombia. Ahí supimos lo que implicaban las producciones en masa, disponibles a lo largo del mundo en contadas semanas. Piezas que iban contra la ley de derechos de autor, producidas en países vulnerables donde se paga un costo ambiental aún más alto y, bueno, todo lo que odiamos de la moda rápida. Tal vez acá tendría que decir que muchas de estas marcas pasan por momentos de transformación que son dignos de examinar; H&M y Zara le apuntan a modelos sostenibles, con colecciones hechas a partir de la recuperación de fibras textiles ya producidas, y las nuevas marcas de pronta moda son exclusivamente digitales: un modelo de negocio con menores costos, más rápido y de expansión agresiva. 

Sumado a todo esto, hablar de la competencia, posiblemente desleal, de este modelo contra los productores colombianos era más que pertinente. Hoy, es una conversación que los gremios siguen trayendo a colación cada que es posible. Y sí, los precios de las marcas extranjeras se han vuelto más competitivos, haciéndolo un escenario de competencia salvaje. Sobre esto, quisiera profundizar más, pero el material que hallo responde a la indignación general sobre los aranceles y el contrabando, temas que dan perfectamente para una investigación juiciosa sobre lo que implica la competencia en la moda masiva. Acá también vale la pena hablar de las marcas colombianas que maquilan en países con costos más bajos de producción, y especular sobre el incentivo que pudo haber detrás de que Arturo Calle y Totto (si hay alguna otra marca que lo haya hecho, bienvenida la aclaración) devolvieran su fabricación al país. En resumen, la competitividad tiene muchas caras. 

Por alguna razón que no contemplo hace mucho tiempo, los arribos de marcas de lujo en el país eran dignos de celebración. Y lo eran por la sensación de apertura económica que generaban. De hecho, en ese artículo mencioné a dos marcas que cerraron sus tiendas con el paso del tiempo: BCBG, que se reordenó a nivel mundial, y Burberry, que se fue después del escándalo de La Riviera. Tiempos aquellos. Pero como ya les dije, el dólar subió y la situación cambió completamente. Y me atrevería a decir que el comercio virtual de piezas de casas de renombre también evolucionó la perspectiva de lo que implica tener un bolso de lujo. En ese movimiento, la tienda de Louis Vuitton se amplió y ahora cuenta con piezas de vestuario, Ermenegildo Zegna, Bvlgari y Jimmy Choo se suman a la lista de las tiendas cerradas, y Valentino cuenta con distribuidor de bolsos y zapatos. Si bien, la economía colombiana no se fue al demonio en ese tiempo, sí cambiaron muchos paradigmas del comercio de textiles; parte de esa apertura es lo sencillo que se ha vuelto adquirir bienes de lujo en viajes internacionales (para quienes pueden pagarlos). Por ahí derecho, muchos productos nacionales se posicionaron como bienes premium dignos de mercados con una cultura de moda más desarrollada. 

Por todo esto, la comparación con el mercado de diseño de autor era necesaria, en el escenario en el que la versión de mí mismo que redactó este texto creía que había alguna posibilidad remota de que esto fuera posible. Y sí, esta es la mejor evidencia de que las colecciones en colaboración sigue siendo una de mis grandes pasiones, porque es la forma más comercial de narrar por qué es importante considerar el diseño de autor como una faceta clave del mercado de vestuario. Bendito sea el pasado. En la edición de Colombiamoda de 2014 (y si mal no estoy, en todas las ediciones de la feria a partir de ahí) Arkitect, la marca masiva de vestuario del Éxito, y Falabella, presentaron dos colecciones en colaboración que reunían un total de 6 diseñadores, todos creando para el retail. Cuando redactamos esta pieza no nos imaginábamos que esto implicaría todo un movimiento alrededor del diseño de firma en supermercados, pero podíamos saber que se volvía importante, y atinamos. 

Suena bastante torpe salir con una afirmación así, pero confío mucho en el Camilo Alberto del pasado. Así como cuando me preocupo por un deadline que él ya cumplió, a ese man le confío, especialmente, las visiones que puede tener relacionadas con la gestión del cambio. En ese año hablar de la moda en su versión digital era contemplar un montón de lenguajes que, si bien no nos eran ajenos, se volvían poco a poco en una parte esencial de la conversación. La nueva cultura visual cambió completamente lo que implicaba comunicar moda. El street style fue ese fenómeno que convirtió a la calle en una fuente constante de inspiración, y el negocio supo hacer lo que era necesario para monetizarlo, convirtiendo esta idea en la estructura de contenidos de miles de personas que pretenden hacer parte de esta industria. Los blogs se apagaron y sobrevivieron solo las manifestaciones visuales, en las que el conocimiento o experiencia se ve reflejado en las imágenes hechas para narrar la concepción que tenemos del lifestyle

¿Cuándo tendremos vitrina de Chanel en Bogotá? Tal vez nunca. seres. 

Muy orgulloso de mí, le dediqué un párrafo idealista y preciso a lo que comenzaba a levantarse como el marketing de influencia, Voces humanas que sustituían el vacío editorial, a partir de conocimiento empírico (y, contadas veces, académico) tan fácil de narrar cuando no hay límite de ningún tipo. Parecía ser una guía casi personalizada sobre lo que implicaba moda para muchas personas. Esto cambió el modo de ver la información. Y pues, bajo el modelo del capitalismo, era inevitable la inversión y el retorno. Los medios no lograron seguir vigentes, las voces se fueron apagando, y la duda sobre la pertinencia del avance constante nunca se solucionó. Ya no hay bloggers, los influencers crearon sus propias burbujas donde la conexión con la esencia de la industria es cada vez más difusa, y pareciera que el país decidiera dejar de investigar, con una convicción utópica, una buena fe cegatona, que deja de cuestionar a los participantes de la cadena de valor. Este también es un capítulo que da para una investigación sensata, que tal vez nunca suceda. 

Creo que, con el sabor agridulce de la ironía en la lengua (y las yemas de los dedos que tipean), la conclusión a la que llegué no dista de la que podría proponer hoy. Hay nuevas opciones, un bombardeo constante de propuestas independientes y mucha más información sobre lo que somos y lo que vivimos. Contrastado con una deshibridación en los actores, unas fuertes debilidades en investigación y desarrollo, y la total ausencia de narradores oficiales de la historia. Y, creo también, que existe una particular decepción frente al modo en el que me hubiera gustado narrar una industria en la que creía con el fervor suficiente como para citar a Oscar Wilde. Pero esto es lo que implica madurar per se, comprender que el futuro de los escenarios depende de muchos más factores que un buen pronóstico económico. 

Y, ahora, en pleno declive social por el fin de los vicios de la sociedad como la conocíamos, me atrevo a asegurar que el único deseo que tengo para la industria es volver a ese 2014, comprender qué fue lo que hizo que esta historia fuera apasionante y aplicarlo en todas las áreas que lo necesiten. Desde la narración objetiva, honesta y sensata de los medios, las propuestas basadas en procesos de innovación del diseño y la apertura económica necesaria para mantener este discurso vigente; hasta la audiencia ávida de conocimiento, el entorno digital convertido en una herramienta creativa e inclusiva, y el sentido de la oferta concebido desde la idea más ética posible del consumo. 

Como nota al pie, este es un hilo de Twitter súper bacano sobre la importancia de las colecciones en colaboración dentro del mercado nacional. ¿Lo volvemos un post? 


lunes, 18 de mayo de 2020

Desaceleración, moda y capitalismo


La palabra desaceleración es tremendamente bella. Si la ves en economía, es como un susto ligero e inevitable. Si la ves en estilo de vida, es una invitación a reinterpretar acciones cotidianas. Es como una recesión emotiva, un minimalismo impuesto; imagino yo que algo así se siente decidir renunciar para vivir de tus ahorros alrededor del planeta. Y la moda, en medio de la pandemia, tuvo que desacelerarse. 

Y bueno, luego de una bonita introducción, es menester aclarar que no estamos viviendo una desaceleración: esta es una recesión. De hecho, no se veía algo así desde la segunda guerra mundial. Pero hoy tal vez contamos con un conocimiento documentado que nos permita superarlo con más facilidad (o no), y como ya lo hemos dicho hasta el cansancio, todos hoy somos una versión diferente a la persona que cerró la puerta de su casa el 24 de marzo

Por esto, cada que tenemos que poner sobre la mesa el concepto de moda durante la cuarentena, son un montón de conversaciones las que se abren de forma inmediata: el vestuario como armadura, la pertinencia de los dress codes, las implicaciones económicas, el provenir del lujo, la oportunidad del consumo y la relación de todo esto con el apocalipsis retail. Validamos algunas iniciativas, juzgamos a las marcas que pelan el cobre y nos planteamos, desde la premisa de que todo cambió, las novedades a las que deberemos enfrentarnos. 

Si quisiéramos hacer una breve lista de chequeo de lo que ha sucedido, surgirán ideas como el crecimiento de las ventas online (que parece confuso, según el último reporte de la Cámara de Comercio Electrónico de Colombia), la producción exclusiva de prendas de protección, como medida de apoyo a profesionales de la salud, sumado a la comercialización de productos de prevención; la cancelación de shows y puestas en escena mundiales, y el efecto en el comercio de la reapertura de tiendas de fast fashion y marcas especializadas. Y si a eso le añadimos la idea con la que abrimos, podemos hablar de una posible desaceleración en el sistema moda

Saint Laurent (¿ya le devolvieron el Yves o seguimos en eso?) decidió cancelar todos sus eventos del año, la semana de la moda de Londres se volvió completamente digital y Giorgio Armani considera que trabajar en estas condiciones es inmoral. También, es pertinente mencionar que el Instituto para la Exportación de Moda, Inexmoda, mostró cuál será el formato digital al que le apunte una de las ferias más importantes para Latinoamérica: Colombiamoda. Con todo esto, ya podemos hablar de algunos cambios trascendentales que marcan la pauta de la nueva industria. Pero, ahora conviene preguntarse, ¿qué tan reales serán los escenarios que especulamos cuando se acaben los aislamientos preventivos? 

saint-laurent-cancels-2020-show
Así confirmó Saint Laurent la cancelación de todos sus eventos presenciales en 2020. 
Foto: Instagram de la marca: @ysl. 

La razón de un silencio programado en este espacio, después de un especial bien haladito sobre el mundo después del impacto del COVID-19, es esa reflexión: existe una probabilidad considerable de que todo vuelva a la normalidad, y este no es un motivo de celebración. 

Doy por entendidas varias lecciones de lo que ha sucedido que son imposibles de asimilar para el sistema económico en el que vivimos y, en el país de la informalidad, habrá que preguntarnos más de una vez qué prácticas de bioseguridad y protección serán desestimadas con el tiempo. Este panorama se vuelve una lucha distópica entre el aprendizaje y la necesidad de recuperarnos. Y una de esas dicotomías es la que le da nombre a este texto: ¿cuál es la lección que le quedará a la moda, después de tener que saltarse una temporada completa? 

Es bien difícil pronosticar qué es lo que nos resultará bueno, o no, a partir de los sentimientos particulares que la cuarentena nos genera. Muchos esperamos una realidad que implique una adaptación progresiva, y muchos cuentan las horas para replicar todos los comportamientos que, inevitablemente, nos llevaron a este declive social. 

Conversando con Mafe, la querida editora de The Inexpert, fue que comprendí que la desaceleración no es un fenómeno distinto a saltarnos una temporada. Lo que parece, desde un background que le apunta a la sensatez, una alerta sobre las malas prácticas de consumo de textiles, se resuelve en una sola idea: desacelerar es dejar de vender por una época, ¿y qué pasa después? 

Así se veía la fila en la reapertura de Chanel en Seúl. Foto: The Korean Times.


En este punto, no me atrevo a hablar de nuevas condiciones, porque lo que entendemos del mercado cambia cada segundo; pero, si solo estamos pensando en que esto es una pausa, ¿cuál será el impacto real de la contingencia en el tiempo? Por ahora, en las contadas normalizaciones que vive el continente asiático y buena parte de Europa, los picos de venta de lujo fueron la principal contradicción de los expertos. La tienda principal de Hermés, en Wuhan, vendió 2.5 millones de dólares el primer día de su reapertura, en Seúl la gente le hace fila a Chanel, y esta situación se repite en Francia con las tiendas de Louis Vuitton y Zara. Después de las considerables pérdidas, esto parece una luz sobre el futuro de los grandes de todo esto.

¿Adónde van a parar los sueños de la moda lenta, las colecciones sustentables y el consumo responsable? Tal vez queden en un espejismo de lo que la industria pudo ser. Sin ir muy lejos, pensemos en las prendas de protección que una buena cantidad de marcas ya incluyeron dentro de su portafolio. Cuando esto comenzó, pensar en que el vestuario se convirtiera en una armadura volvía cada salida a la calle en un escenario apocalíptico. Piénsenlo así: me visto para combatir un enemigo invisible que puede atacarme en cualquier visita a la tienda. Sin contar la obligación (bien justificada) de usar tapabocas en espacios públicos, la respuesta de la industria era previsible. 

Los que fueron pioneros, se mencionaron como tal: valoramos el trabajo de compañías como Totto, Maaji, Kupa y Alado, hablando de lo importante que esta tendencia resultaría.Un par de semanas después, internet estaría a rebosar de todo tipo de artículos para la prevención del contagio del virus. Caretas, overoles, chaquetas, capas, gorros, capotas y tapabocas en cualquier tela que se imaginen. Convertimos lo que, en un principio, parecía una réplica consecuente a una sobre oferta de productos que, muy probablemente, ni siquiera necesitemos. Atendiendo a lo que le escuchamos a Diana Gómez en El podcast de moda, es posible que el virus COVID-19 permanezca en una superficie antifluidos por más tiempo que un textil tradicional, como el algodón o el poliéster. ¿Realmente respondía a una necesidad la producción de todas estas prendas? 

Mi pieza de protección favorita, una de las pioneras, producto de la dupla de Alado. Foto: Instagramd e la marca: @aladodiseno.


Entonces, en contraste, ¿de qué nos sirve que la humanidad pase por uno de los hechos más imprevisibles, si la reacción a este sería la misma que nos metió en el problema? Bueno, sé cómo pudo sonar eso y no, no es una de esas teorías conspiranóicas de la destrucción del planeta (o muy seguramente sí). Acá procuramos no creer, ni difundir, ninguna de estas ideas, pero sí llegamos a la conclusión de que el capitalismo sacó sus garras en el momento donde la empatía era la mejor arma. Productos con vacíos en su investigación, la copia de la copia de la copia, y lanzamientos de colecciones que, aún siendo virtuales, ponían en duda el nivel de responsabilidad con el que se produjeron; si quiero, la lista sigue. 

Business of Fashion (portal esencial si lo que sumercé quiere es entender cómo funciona esto) lleva ya unos días haciéndonos guiños hacia conclusiones en pro de salvar la industria, porque la crudeza de la realidad nos ha hecho, muy sensatamente, dudar de la importancia de la moda en el mundo moderno. 

De hecho, se atreven a decir que el único modo de sobrevivir es replanteándonos las semanas de la moda, las temporadas y la relación con el fast fashion. Y unos diseñadores de alta demanda se unieron para pedir que esto suceda. Rewiring Fashion, una iniciativa con más de 1.400 marcas participantes, propone algunas nociones dignas de una nueva entrada: desde unificar eventos, luchar contra el consumo desechable y proponer un nuevo formato de desfile; hasta calendarios específicos sobre cómo producir para las dos temporadas eje del sistema. Contradicciones esenciales a lo que puede ser la respuesta a una crisis mundial por parte de muchas casas de lujo, que suben precios debido a la escasez y sostienen sus ventas a punta de los autorregalos que nos damos como forma de sobrellevar los momentos difíciles. 

Todo esto, con el único propósito de recordar que los hechos históricos en la época del internet, se convierten en narraciones grandilocuentes y análisis desbordados, donde la subjetividad nos lleva a establecer nuevos paradigmas que solo la realidad misma puede desmentir. Casi que termino proponiendo que existe una burbuja digital, que separa al algoritmo de la cotidianidad. Y, en ese mismo orden, lo que parecía el fin de la moda como la conocíamos, puede convertirse en solo un salto entre temporadas. 

Como nota al pie, no deja de ser valioso pretender que el planeta bajo un nuevo paradigma de moda es una posibilidad, jugándole a un 50/50, y sus retos ya los describí en este texto, parte de mi especial sobre el mundo después de la pandemia. Invitados a desmentirme. 

¡Vemos!