miércoles, 13 de marzo de 2019

Endiosando güevones

La muerte de Karl Lagerfeld, hace un par de semanas ya, tenía que hacernos hablar (y volver, después de más de un año de incansable tuiteo). Creo fervientemente que si Karl hubiera nacido en esta tierra cafetera, sería un fiel defensor de aquél adagio que dicta "que hablen bien o que hablen mal, pero que hablen". Polémico, atrevido, clasista, estratega. Palabras para definir al man hay de sobra.

Lo cierto de su partida es que iniciamos un nuevo capítulo de la historia de la moda: el lujo, tal como lo conocemos, ha muerto.  Primero, fue Alessandro Michele, a la batuta de Gucci, determinando una nueva idea del kitsch como la esencia del lujo moderno. Detrás vendría Demna Gvasalia volviéndose a los objetos cotidianos y a la reivindicación del mal gusto de la cotidianidad, desde la dirección creativa de Balenciaga, en la que cambiaría el principio del menos es más para inundarlo todo con su polémica vistosidad.

Y seguido a ellos, un Virgil Abloh con Off-white dándole palo al althleisure, y después repitiéndolo en Louis Vuitton; una Maria Grazia Chiuri, separada de Pierpaolo Piccioli y hecha un mar de tul en Dior, y otro montón de nombres de diseñadores hechos para vender. El lujo es ahora directamente comercial, es accesible (pero nunca asequible), es masivo y es mediático. Es simple, fácil de entender. Hacemos lujo para internet, creamos imágenes dignas de interacción.

Y en esta nueva idea del lujo, cuya cereza se pone en la punta de los presupuestos y limitaciones económicas para crear, que se vuelven ley con la partida del único creador con licencia absoluta, la historia comienza a escribirse.

Seamos honestos, Karl era un visionario, pero su perspectiva de Chanel en los últimos años se había vuelto más mito que transgresión. Sin dejar de vender, porque los mitos nunca dejarán de ser rentables, Lagerfeld volvía sobre sus pasos, dados más de una vez, a la misma idea clásica de lo que implicaba crear para una generación que perecía con él. Sí, Cara y Kristen eran sus musas. Sí, tenía una fijación por Apple y el futuro; pero tal vez su talento se daba en conservar técnicas clásicas que, en la era digital, rebuscaban un espacio para mantenerse vivas.

Yo solo soy un internauta con un algoritmo configurado para consumir moda. No soy experto, nunca. No quiero serlo, jamás. Pero, dejando ir al grande de los grandes (me atrevería a decir que son más sus palabras que las mías), llega una nueva incertidumbre: ¿cómo entender el talento para la creación en una época en la que todo está hecho?, ¿cómo descubrir el talento en un mar de creadores?

Endiosar güevones necesita ciencia, pa'qué. No es de gratis que terminemos hablando de los bolsos de cinco centímetros de Jacquemus (sobre el cual Lagerfeld no dudó al decir que se mataría primero antes de compartir tiempo con él en una isla desierta). No es de gratis que la prensa norteamericana vuelva varias veces sobre las elecciones de Gvasalia y su obstinado gusto por la fealdad. No es de gratis, tampoco, que a varios de esta lista ya quieran ficharlos como el nuevo Lagerfeld.

¿Quién será el nuevo Lagerfeld?

¿Cómo entender el talento para la creación en una época dominada por el clickbait? La fama se encuentra al alcance de un meme y es Instagram la primera vitrina para la que se crea. El impacto del lujo, hoy por hoy, se convierte en una métrica digital. Y como toda métrica, debe mostrar crecimiento. Esto implica que el esfuerzo creativo sin conversión no tiene espacio en internet, ni en las vitrinas.

Aunque, analizar el talento desde una perspectiva tan tajante dentro de un escenario con un enfoque corporativo diferente, nos hará preguntarnos cosas como cuándo fue la última vez que se creó ropa partiendo el misticismo del lujo en su más pura esencia. Asumir que el lujo cambió es restarle cabida a la posibilidad de nuevos Lagerfelds, o Gallianos, o McQueens. La pérdida del misticismo corresponde a un nuevo modo de consumo, porque al fin y al cabo se crea para vender.

Sería tonto de mi parte (si es que todo este articulo no lo es ya) dejarle la responsabilidad del talento como base del éxito a los diseñadores y equipos creativos de marcas de lujo. Fotógrafos, estilistas, modelos y periodistas se unen en una colada en la que la mediocridad del algoritmo determina lo que se presenta en nuestras pantallas como talento, sin llegar siquiera a ser novedad. ¿Cuándo prima la popularidad sobre el talento?

La moda colombiana no escapa de este juego de fórmulas comerciales y algoritmos complacientes. ¿Cuándo fue la última vez que conocimos una marca de moda masculina que trascendiera de los trajes bien hechos, o de los arneses y mallas, para presentar una propuesta de diseño innovador?, ¿cuántas veces marcas de cualquier segmento de mercado decidieron echarle un ojo al archivo de Johanna Ortiz para adaptarse a la movida comercial? O mejor, ¿cuántas veces volvimos a ver en una semana de la moda nacional algo que no se hubiera hecho ya, un nombre que demostrara que lo mejor estaba por venir?

Un buen profesional debe tener la dosis equilibrada de investigación y criterio, porque al fin y al cabo hay que vender.Y desde ahí parte la noción del ocaso del talento. Suzy Menkes diría que ya no quedan creadores que logren revivir legados clásicos, y tal vez, debamos dejar morir lo que hoy por hoy entendemos como talento. Tal vez, el futuro de la industria no sea esa categorización artística por la que dejamos en pie los altares a Galliano, sino la comprensión real del negocio, su estrategia y su fórmula para hacer que internet se rinda a sus pies.

Una industria de moda más integral dejará en los reflectores a lo que esta generación cree que lo vale: las imágenes. No en vano, Donatella Versace diría que "cualquier diseñador menor de 50 años que crea que es un dios solo hará el ridículo." Endiosar güevones, en esa perspectiva, será darle categoría de talento a quien sabe llevar bien un negocio. Y entender que ya no quedan creadores que cambien la historia.

En el tintero del rolo: Suzy Menkes escribiría, unos días después de que comencé a relamer este texto, que el legado más nocivo de Lagerfeld sería el de un director creativo que logra dar vigencia a una marca en declive porque, tal vez, no haya nadie que vuelva a lograrlo. Pero lo dice alguien que sigue felicitando a los D&G, so, se los dejo aparte para la reflexión.

¡Vemos, perris!

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