jueves, 9 de julio de 2020

Especial: Colombiamoda en pantalla

No hay primeras filas, ni el calor de Medellín, ni esa sensación de andar a mil por toda la ciudad con el único propósito de ver una serie de desfiles que marcan la pauta de la semana de la moda oficial del país. No hay, tampoco, ese sesgo inexplicable de la ubicación de los asistentes a un desfile, ni los correspondientes dramas que implica meter a una centena de blankitxs en problemas en un recinto ferial por un show de quince minutos. No hay, tal vez, industria que soporte una planeación así en un tiempo tan desperfecto como este. No hay, muy seguramente, que llenar de negativismo una idea que puede funcionar; pero, a la hora de pensar un nuevo especial sobre Colombiamoda online, fue lo primero que se me vino a la cabeza. 

El escenario es este: Inexmoda, el Instituto para la Exportación de Moda, tomó la decisión de convertir su feria más importante del año en un evento virtual. Todo esto debido a, ustedes saben, la pandemia que generó la peor crisis humanitaria de este siglo. Y, bueno, no son los únicos que se le midieron a convertir semanas de la moda en eventos digitales. En México pasó, Londres también migró y muchas de las casas de moda más tradicionales se están apegando a formatos audiovisuales y producciones sin audiencia para mantener vivo el calendario. Porque, con toda la discusión que procede sobre la pertinencia de la moda en medio del aislamiento social, siempre hay que preguntarse qué estamos haciendo para poner en el radar los temas que, para ser conciso, no determinamos ahora mismo.

Pasarela de apertura de Colombiamoda 2019. 

En este texto, haré lo que mejor sé hacer con las dudas que me surgen de este tipo de iniciativas: escribir y contar el cuento para analizar mis inconformidades que, de entrada, son varias. Desde comprender cómo logramos una parrilla de puestas en escena, contando con todos los peros de producción de diseño de autor en medio de una desaceleración económica; hasta el alcance que puede tener el área comercial, convertida en stands virtuales, sobre los resultados de la feria. Así que, sin más preámbulo, demos inicio a un nuevo especial: Colombiamoda en pantalla. 

Para este especial, hablaremos de: 

5. Una retrospectiva minuciosa.

Al comenzar a pensar en todo esto, es inevitable analizar que la visión que tenemos de las semanas de la moda, en una economía y un sistema como el nuestro, parecen modelos anticuados; cuando pensamos en sus nuevas versiones digitales, me cuesta adaptar la parafernalia que despiertan y la adaptación de sus metas. 

Si bien es un tiempo bastante confuso, más que coyuntural, adaptarnos al cambio es la solución para mantener el negocio a flote. Y, entendiendo que estas decisiones solo existen en el ahora, es válido preguntarnos mucho sobre el futuro del formato actual de venta como parte de la evolución (si es que hay cabida para eso) de la industria. 

No siendo más, me alistaré para iniciar cada uno de los textos prometidos. Si ustedes también quieren participar de Colombiamoda 2020, las puestas en escena son de acceso libre. Conozcan más en la web oficial y abramos pues esta conversación. 

martes, 30 de junio de 2020

La nostalgia del futuro: reversionamiento de un texto bien envejecido

El tiempo y su paso en cuarentena, así como la montaña rusa de emociones que implica, se vuelve un espiral efímero. Yo tengo muy claro que llevamos poco más de tres meses en estas, pero el paso de los segundos solo se siente en el oído interno. Y, así como pasan las horas en aislamiento, parecía inevitable el revolver recuerdos entre limpiezas, encontrando una pieza clave que fue parte del inicio de la búsqueda de mi estilo como redactor. 

Hace ya muchos años, más de seis, cuando comencé mi pregrado, escribir sobre moda parecía una carrera prominente. Había futuro, los medios repuntaban, los creadores independientes tenían voces sensatas: era el momento perfecto. Así que publicamos. La Revista El Poli, producción extinta de mi alma máter, me abrió el espacio de Redactor estudiantil, justo días antes de mi cumpleaños 18. Y, con todos los peros que hubo detrás, cierto revuelo se causó. Por eso, en medio de la búsqueda personal que implica la consecución de un nuevo empleo, decidí desempolvar esas épocas de revolución creativa, para darle un nuevo sentido a ese viejo texto. 

Nota del todero: la revista no sigue publicada en ningún espacio oficial, así que me tomé el atrevimiento de buscar entre mis archivos viejos y subirla, con todo y sus errores de diagramación y tipografía, para que le den una ojeada. La encuentran haciendo clic acá. 

Así se veía el impreso, la primera vez que lo publiqué en social media, cuando las cámaras de los teléfonos dejaban mucho qué desear. 

Así que, acá va. 

La era del cuestionamiento sobre la democratización de la moda 

Colombia vivió un boom de moda en el que vimos crecer las cifras del consumo textil y lo asociamos a una suerte de antelación a la concreción de la industria. En ese momento, vimos grandes marcas de lujo y pronta moda abriendo por toda la ciudad. Muchas tiendas de las que solo nos queda el recuerdo, y tal vez ni eso. Consecuentemente, llegaron otras más que no esperábamos ver tan pronto por estas tierras. Los diseñadores nacionales ahora crean bajo el manto de tendencias de apariencia inagotable y la audiencia que busca una prenda exclusiva se expande a quienes, bueno, pueden pagar precios descomunales por piezas de poliéster (y eso). Hoy, los medios de comunicación cierran por razones más que variadas (y válidas, en un buen porcentaje) y el comercio de indumentaria decrece de la misma forma que lo hace la economía nacional. Nada parece ser como antes.

Así mismo, propuse en aquel entonces que la moda lograba bajarse del pedestal para volverse urbana, alcanzable, asequible. Y, a la hora de la verdad, esto realmente nunca sucedió y, con más sensatez, no tiene que hacerlo. El buen gusto sigue siendo un fantasma clasista que agobia a la crítica de moda y las estrategias de pricing de muchas marcas se volvieron una burbuja que bien podría igualar a la inmobiliaria. Pero, sobre todo, el sistema mismo necesita que el pedestal no cambie, solo se transforme frente a las necesidades de cada tiempo. Sin él, el motor provisto por la ilusión de la democracia y el libre mercado no andaría. 

Cuando el dólar no había escalado el precio actual, del que no baja, y podíamos aprovechar los declives de otras economías robustas de este lado del continente, Bogotá era un punto clave para el comercio de bienes de lujo. Y, en simultánea, el mercado se llenó de nuevas opciones de bajo costo que volvían competitivo el escenario. Bastante tiempo después fue que entendí que la relación de los dos segmentos no era, ni de lejos, directa. 

Así como en el artículo original utilicé la mejor foto que tenía a la fecha (tomada por Zico Rodríguez), para este planeo usar mi mejor foto hasta la fecha, por Camilo Galvis (@camilogalvisphoto)

Era 2014 y las filas de bolsas amarillas en Forever 21 abrieron una pertinente discusión sobre la pronta moda y el consumo de prendas en Colombia. Ahí supimos lo que implicaban las producciones en masa, disponibles a lo largo del mundo en contadas semanas. Piezas que iban contra la ley de derechos de autor, producidas en países vulnerables donde se paga un costo ambiental aún más alto y, bueno, todo lo que odiamos de la moda rápida. Tal vez acá tendría que decir que muchas de estas marcas pasan por momentos de transformación que son dignos de examinar; H&M y Zara le apuntan a modelos sostenibles, con colecciones hechas a partir de la recuperación de fibras textiles ya producidas, y las nuevas marcas de pronta moda son exclusivamente digitales: un modelo de negocio con menores costos, más rápido y de expansión agresiva. 

Sumado a todo esto, hablar de la competencia, posiblemente desleal, de este modelo contra los productores colombianos era más que pertinente. Hoy, es una conversación que los gremios siguen trayendo a colación cada que es posible. Y sí, los precios de las marcas extranjeras se han vuelto más competitivos, haciéndolo un escenario de competencia salvaje. Sobre esto, quisiera profundizar más, pero el material que hallo responde a la indignación general sobre los aranceles y el contrabando, temas que dan perfectamente para una investigación juiciosa sobre lo que implica la competencia en la moda masiva. Acá también vale la pena hablar de las marcas colombianas que maquilan en países con costos más bajos de producción, y especular sobre el incentivo que pudo haber detrás de que Arturo Calle y Totto (si hay alguna otra marca que lo haya hecho, bienvenida la aclaración) devolvieran su fabricación al país. En resumen, la competitividad tiene muchas caras. 

Por alguna razón que no contemplo hace mucho tiempo, los arribos de marcas de lujo en el país eran dignos de celebración. Y lo eran por la sensación de apertura económica que generaban. De hecho, en ese artículo mencioné a dos marcas que cerraron sus tiendas con el paso del tiempo: BCBG, que se reordenó a nivel mundial, y Burberry, que se fue después del escándalo de La Riviera. Tiempos aquellos. Pero como ya les dije, el dólar subió y la situación cambió completamente. Y me atrevería a decir que el comercio virtual de piezas de casas de renombre también evolucionó la perspectiva de lo que implica tener un bolso de lujo. En ese movimiento, la tienda de Louis Vuitton se amplió y ahora cuenta con piezas de vestuario, Ermenegildo Zegna, Bvlgari y Jimmy Choo se suman a la lista de las tiendas cerradas, y Valentino cuenta con distribuidor de bolsos y zapatos. Si bien, la economía colombiana no se fue al demonio en ese tiempo, sí cambiaron muchos paradigmas del comercio de textiles; parte de esa apertura es lo sencillo que se ha vuelto adquirir bienes de lujo en viajes internacionales (para quienes pueden pagarlos). Por ahí derecho, muchos productos nacionales se posicionaron como bienes premium dignos de mercados con una cultura de moda más desarrollada. 

Por todo esto, la comparación con el mercado de diseño de autor era necesaria, en el escenario en el que la versión de mí mismo que redactó este texto creía que había alguna posibilidad remota de que esto fuera posible. Y sí, esta es la mejor evidencia de que las colecciones en colaboración sigue siendo una de mis grandes pasiones, porque es la forma más comercial de narrar por qué es importante considerar el diseño de autor como una faceta clave del mercado de vestuario. Bendito sea el pasado. En la edición de Colombiamoda de 2014 (y si mal no estoy, en todas las ediciones de la feria a partir de ahí) Arkitect, la marca masiva de vestuario del Éxito, y Falabella, presentaron dos colecciones en colaboración que reunían un total de 6 diseñadores, todos creando para el retail. Cuando redactamos esta pieza no nos imaginábamos que esto implicaría todo un movimiento alrededor del diseño de firma en supermercados, pero podíamos saber que se volvía importante, y atinamos. 

Suena bastante torpe salir con una afirmación así, pero confío mucho en el Camilo Alberto del pasado. Así como cuando me preocupo por un deadline que él ya cumplió, a ese man le confío, especialmente, las visiones que puede tener relacionadas con la gestión del cambio. En ese año hablar de la moda en su versión digital era contemplar un montón de lenguajes que, si bien no nos eran ajenos, se volvían poco a poco en una parte esencial de la conversación. La nueva cultura visual cambió completamente lo que implicaba comunicar moda. El street style fue ese fenómeno que convirtió a la calle en una fuente constante de inspiración, y el negocio supo hacer lo que era necesario para monetizarlo, convirtiendo esta idea en la estructura de contenidos de miles de personas que pretenden hacer parte de esta industria. Los blogs se apagaron y sobrevivieron solo las manifestaciones visuales, en las que el conocimiento o experiencia se ve reflejado en las imágenes hechas para narrar la concepción que tenemos del lifestyle

¿Cuándo tendremos vitrina de Chanel en Bogotá? Tal vez nunca. seres. 

Muy orgulloso de mí, le dediqué un párrafo idealista y preciso a lo que comenzaba a levantarse como el marketing de influencia, Voces humanas que sustituían el vacío editorial, a partir de conocimiento empírico (y, contadas veces, académico) tan fácil de narrar cuando no hay límite de ningún tipo. Parecía ser una guía casi personalizada sobre lo que implicaba moda para muchas personas. Esto cambió el modo de ver la información. Y pues, bajo el modelo del capitalismo, era inevitable la inversión y el retorno. Los medios no lograron seguir vigentes, las voces se fueron apagando, y la duda sobre la pertinencia del avance constante nunca se solucionó. Ya no hay bloggers, los influencers crearon sus propias burbujas donde la conexión con la esencia de la industria es cada vez más difusa, y pareciera que el país decidiera dejar de investigar, con una convicción utópica, una buena fe cegatona, que deja de cuestionar a los participantes de la cadena de valor. Este también es un capítulo que da para una investigación sensata, que tal vez nunca suceda. 

Creo que, con el sabor agridulce de la ironía en la lengua (y las yemas de los dedos que tipean), la conclusión a la que llegué no dista de la que podría proponer hoy. Hay nuevas opciones, un bombardeo constante de propuestas independientes y mucha más información sobre lo que somos y lo que vivimos. Contrastado con una deshibridación en los actores, unas fuertes debilidades en investigación y desarrollo, y la total ausencia de narradores oficiales de la historia. Y, creo también, que existe una particular decepción frente al modo en el que me hubiera gustado narrar una industria en la que creía con el fervor suficiente como para citar a Oscar Wilde. Pero esto es lo que implica madurar per se, comprender que el futuro de los escenarios depende de muchos más factores que un buen pronóstico económico. 

Y, ahora, en pleno declive social por el fin de los vicios de la sociedad como la conocíamos, me atrevo a asegurar que el único deseo que tengo para la industria es volver a ese 2014, comprender qué fue lo que hizo que esta historia fuera apasionante y aplicarlo en todas las áreas que lo necesiten. Desde la narración objetiva, honesta y sensata de los medios, las propuestas basadas en procesos de innovación del diseño y la apertura económica necesaria para mantener este discurso vigente; hasta la audiencia ávida de conocimiento, el entorno digital convertido en una herramienta creativa e inclusiva, y el sentido de la oferta concebido desde la idea más ética posible del consumo. 

Como nota al pie, este es un hilo de Twitter súper bacano sobre la importancia de las colecciones en colaboración dentro del mercado nacional. ¿Lo volvemos un post? 


lunes, 18 de mayo de 2020

Desaceleración, moda y capitalismo


La palabra desaceleración es tremendamente bella. Si la ves en economía, es como un susto ligero e inevitable. Si la ves en estilo de vida, es una invitación a reinterpretar acciones cotidianas. Es como una recesión emotiva, un minimalismo impuesto; imagino yo que algo así se siente decidir renunciar para vivir de tus ahorros alrededor del planeta. Y la moda, en medio de la pandemia, tuvo que desacelerarse. 

Y bueno, luego de una bonita introducción, es menester aclarar que no estamos viviendo una desaceleración: esta es una recesión. De hecho, no se veía algo así desde la segunda guerra mundial. Pero hoy tal vez contamos con un conocimiento documentado que nos permita superarlo con más facilidad (o no), y como ya lo hemos dicho hasta el cansancio, todos hoy somos una versión diferente a la persona que cerró la puerta de su casa el 24 de marzo

Por esto, cada que tenemos que poner sobre la mesa el concepto de moda durante la cuarentena, son un montón de conversaciones las que se abren de forma inmediata: el vestuario como armadura, la pertinencia de los dress codes, las implicaciones económicas, el provenir del lujo, la oportunidad del consumo y la relación de todo esto con el apocalipsis retail. Validamos algunas iniciativas, juzgamos a las marcas que pelan el cobre y nos planteamos, desde la premisa de que todo cambió, las novedades a las que deberemos enfrentarnos. 

Si quisiéramos hacer una breve lista de chequeo de lo que ha sucedido, surgirán ideas como el crecimiento de las ventas online (que parece confuso, según el último reporte de la Cámara de Comercio Electrónico de Colombia), la producción exclusiva de prendas de protección, como medida de apoyo a profesionales de la salud, sumado a la comercialización de productos de prevención; la cancelación de shows y puestas en escena mundiales, y el efecto en el comercio de la reapertura de tiendas de fast fashion y marcas especializadas. Y si a eso le añadimos la idea con la que abrimos, podemos hablar de una posible desaceleración en el sistema moda

Saint Laurent (¿ya le devolvieron el Yves o seguimos en eso?) decidió cancelar todos sus eventos del año, la semana de la moda de Londres se volvió completamente digital y Giorgio Armani considera que trabajar en estas condiciones es inmoral. También, es pertinente mencionar que el Instituto para la Exportación de Moda, Inexmoda, mostró cuál será el formato digital al que le apunte una de las ferias más importantes para Latinoamérica: Colombiamoda. Con todo esto, ya podemos hablar de algunos cambios trascendentales que marcan la pauta de la nueva industria. Pero, ahora conviene preguntarse, ¿qué tan reales serán los escenarios que especulamos cuando se acaben los aislamientos preventivos? 

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Así confirmó Saint Laurent la cancelación de todos sus eventos presenciales en 2020. 
Foto: Instagram de la marca: @ysl. 

La razón de un silencio programado en este espacio, después de un especial bien haladito sobre el mundo después del impacto del COVID-19, es esa reflexión: existe una probabilidad considerable de que todo vuelva a la normalidad, y este no es un motivo de celebración. 

Doy por entendidas varias lecciones de lo que ha sucedido que son imposibles de asimilar para el sistema económico en el que vivimos y, en el país de la informalidad, habrá que preguntarnos más de una vez qué prácticas de bioseguridad y protección serán desestimadas con el tiempo. Este panorama se vuelve una lucha distópica entre el aprendizaje y la necesidad de recuperarnos. Y una de esas dicotomías es la que le da nombre a este texto: ¿cuál es la lección que le quedará a la moda, después de tener que saltarse una temporada completa? 

Es bien difícil pronosticar qué es lo que nos resultará bueno, o no, a partir de los sentimientos particulares que la cuarentena nos genera. Muchos esperamos una realidad que implique una adaptación progresiva, y muchos cuentan las horas para replicar todos los comportamientos que, inevitablemente, nos llevaron a este declive social. 

Conversando con Mafe, la querida editora de The Inexpert, fue que comprendí que la desaceleración no es un fenómeno distinto a saltarnos una temporada. Lo que parece, desde un background que le apunta a la sensatez, una alerta sobre las malas prácticas de consumo de textiles, se resuelve en una sola idea: desacelerar es dejar de vender por una época, ¿y qué pasa después? 

Así se veía la fila en la reapertura de Chanel en Seúl. Foto: The Korean Times.


En este punto, no me atrevo a hablar de nuevas condiciones, porque lo que entendemos del mercado cambia cada segundo; pero, si solo estamos pensando en que esto es una pausa, ¿cuál será el impacto real de la contingencia en el tiempo? Por ahora, en las contadas normalizaciones que vive el continente asiático y buena parte de Europa, los picos de venta de lujo fueron la principal contradicción de los expertos. La tienda principal de Hermés, en Wuhan, vendió 2.5 millones de dólares el primer día de su reapertura, en Seúl la gente le hace fila a Chanel, y esta situación se repite en Francia con las tiendas de Louis Vuitton y Zara. Después de las considerables pérdidas, esto parece una luz sobre el futuro de los grandes de todo esto.

¿Adónde van a parar los sueños de la moda lenta, las colecciones sustentables y el consumo responsable? Tal vez queden en un espejismo de lo que la industria pudo ser. Sin ir muy lejos, pensemos en las prendas de protección que una buena cantidad de marcas ya incluyeron dentro de su portafolio. Cuando esto comenzó, pensar en que el vestuario se convirtiera en una armadura volvía cada salida a la calle en un escenario apocalíptico. Piénsenlo así: me visto para combatir un enemigo invisible que puede atacarme en cualquier visita a la tienda. Sin contar la obligación (bien justificada) de usar tapabocas en espacios públicos, la respuesta de la industria era previsible. 

Los que fueron pioneros, se mencionaron como tal: valoramos el trabajo de compañías como Totto, Maaji, Kupa y Alado, hablando de lo importante que esta tendencia resultaría.Un par de semanas después, internet estaría a rebosar de todo tipo de artículos para la prevención del contagio del virus. Caretas, overoles, chaquetas, capas, gorros, capotas y tapabocas en cualquier tela que se imaginen. Convertimos lo que, en un principio, parecía una réplica consecuente a una sobre oferta de productos que, muy probablemente, ni siquiera necesitemos. Atendiendo a lo que le escuchamos a Diana Gómez en El podcast de moda, es posible que el virus COVID-19 permanezca en una superficie antifluidos por más tiempo que un textil tradicional, como el algodón o el poliéster. ¿Realmente respondía a una necesidad la producción de todas estas prendas? 

Mi pieza de protección favorita, una de las pioneras, producto de la dupla de Alado. Foto: Instagramd e la marca: @aladodiseno.


Entonces, en contraste, ¿de qué nos sirve que la humanidad pase por uno de los hechos más imprevisibles, si la reacción a este sería la misma que nos metió en el problema? Bueno, sé cómo pudo sonar eso y no, no es una de esas teorías conspiranóicas de la destrucción del planeta (o muy seguramente sí). Acá procuramos no creer, ni difundir, ninguna de estas ideas, pero sí llegamos a la conclusión de que el capitalismo sacó sus garras en el momento donde la empatía era la mejor arma. Productos con vacíos en su investigación, la copia de la copia de la copia, y lanzamientos de colecciones que, aún siendo virtuales, ponían en duda el nivel de responsabilidad con el que se produjeron; si quiero, la lista sigue. 

Business of Fashion (portal esencial si lo que sumercé quiere es entender cómo funciona esto) lleva ya unos días haciéndonos guiños hacia conclusiones en pro de salvar la industria, porque la crudeza de la realidad nos ha hecho, muy sensatamente, dudar de la importancia de la moda en el mundo moderno. 

De hecho, se atreven a decir que el único modo de sobrevivir es replanteándonos las semanas de la moda, las temporadas y la relación con el fast fashion. Y unos diseñadores de alta demanda se unieron para pedir que esto suceda. Rewiring Fashion, una iniciativa con más de 1.400 marcas participantes, propone algunas nociones dignas de una nueva entrada: desde unificar eventos, luchar contra el consumo desechable y proponer un nuevo formato de desfile; hasta calendarios específicos sobre cómo producir para las dos temporadas eje del sistema. Contradicciones esenciales a lo que puede ser la respuesta a una crisis mundial por parte de muchas casas de lujo, que suben precios debido a la escasez y sostienen sus ventas a punta de los autorregalos que nos damos como forma de sobrellevar los momentos difíciles. 

Todo esto, con el único propósito de recordar que los hechos históricos en la época del internet, se convierten en narraciones grandilocuentes y análisis desbordados, donde la subjetividad nos lleva a establecer nuevos paradigmas que solo la realidad misma puede desmentir. Casi que termino proponiendo que existe una burbuja digital, que separa al algoritmo de la cotidianidad. Y, en ese mismo orden, lo que parecía el fin de la moda como la conocíamos, puede convertirse en solo un salto entre temporadas. 

Como nota al pie, no deja de ser valioso pretender que el planeta bajo un nuevo paradigma de moda es una posibilidad, jugándole a un 50/50, y sus retos ya los describí en este texto, parte de mi especial sobre el mundo después de la pandemia. Invitados a desmentirme. 

¡Vemos! 



jueves, 23 de abril de 2020

Bonus track: Comunicaciones internas frente a la incertidumbre

A este post, como a las comunicaciones internas, les tengo mucho cariño. Y bueno, comienzo por celebrar que cerré este especial sin mayor novedad. Sí, me salté una entrada, pero ya resultaba excesivo seguir hablando sin reparo de lo que el exceso de informa puede causar. De hecho, tal vez este bonus track sea una opinión que esté de más. Y creo que, a estas alturas, me resulta pertinente hablar de cómo seguir dándole concreción a este especial se volvió una meta personal, más que otra cosa, para aligerar la carga emocional de la cuarentena. Pero bueno, también es cierto que en tiempos de incertidumbre personal, es posible plantearse preguntas sensatas sobre el futuro de la vida individual, y este texto responde una de las mías.

Entonces, voy a confesarles algo: extrañé mi trabajo anterior pensando en comunicaciones internas para estos días. Al imaginarme todo lo que podía salir bien, o mal, hablándole a este público, en el marco de una situación tan estremecedora, quise ponerme manos a la obra. Por lo tanto, para contrarrestar ese sentimiento, les daré algunas lecciones imprescindibles a la hora de hacer comunicación interna para enfrentar crisis.

Cuando comencé con la idea de emitir contenido enfocado hacia mi profesión, el primer tópico del que quise hablar fue de comunicación interna. Creo que a quienes ejercemos carreras relativamente jóvenes, hallar material de calidad sobre lo que hacemos es bien jodido. Todo esto porque internet nos ha dado la falsa seguridad de querer hallarlo todo con un par de clics, y como buenos nativos digitales, muy pocas teorías se ha escrito sobre lo que hacemos. De matemática y medicina todo se registra; pero las comunicaciones y el mercadeo se han vuelto ideas tan amplias y sus límites se desdibujan con tanta facilidad, que es todo un reto hablar de la cotidianidad de nuestros trabajos. Y bueno, a mí me costó comprender el tema, pero dos años después, se volvió más sencillo entender su propósito y su ejecución.

Y creo que puedo definir la comunicación en un solo verbo: unificar. Lo que pretendes hacer con una estrategia de estas es crear conceptos comunes, definir rasgos particulares y emitir contenidos con el propósito de unificar lo que tu público interno sabe, entiende y aspira de tu empresa. En ese orden de ideas, resulta más imperativo este esfuerzo cuando hablamos de tiempos de crisis: unificar es el modo más saludable de transitar en medio del caos, porque si estamos juntos, podemos llegar más fácil a tierra firme.


Además, esa unificación parte de algunas ideas de management que buscan impactar a tu cultura de un modo acertado. Porque, por más transparente que quieras ser, si la relación de la gerencia con el resto de tu compañía se basa en burocracia y jerarquía innecesaria, bueno, no te tomarán en serio. Hace poco le leí a María Luisa Moreo, directora de una compañía enfocada a comunicación estratégica en tiempos de crisis, que la transparencia (donde lo que se sabe adentro es lo mismo que se sabe afuera) resultaba uno de los insumos principales del éxito de una puesta en marcha de estas estrategias. Y si la conjugas con una cultura saludable, tienes un control superior del modo en el que transmitas noticias.

Hoy por hoy, la incertidumbre es un pan diario en todas las empresas, y creo que un porcentaje casi total de empleados están pensando en cuánto durará su cargo actual; en consecuencia, un montón de empleadores piensan desde ya cuánto tiempo pueden sostener su operación a este paso. Entender las preocupaciones de todos es un punto clave acá. Sí, sabemos que la preocupación nacional es el contagio de un virus pandémico que detuvo al planeta; pero las preocupaciones de cada empresa serán diferentes. Muchas de ellas tendrán que hacer cambios para sostenerse, algunas harán recortes, y otras dejarán de ser sostenibles por baja demanda o modelos de producción que no resisten a la idea de futuro que ya comenzamos a forjar. Identificar la intranquilidad que afecta a la mayoría de tu talento será esencial para abordar la transparencia con precisión.

Acá vale la pena mencionar que el trabajo de comunicaciones internas, más que cualquier esfuerzo que se haga para públicos externos, requiere que haya una hibridación de expertos de diferentes áreas; desde los recursos humanos, hasta la gerencia. No sirve de nada comunicar de forma asertiva si las decisiones que se tomen no estén pensadas en el bienestar de tus empleados. Desde esta perspectiva, es necesario que cada medida que se tome pueda dar tranquilidad, en términos generales.Yo tengo claro que la coyuntura implica tomar decisiones que nadie quisiera tomar, y traducirlas en un lenguaje que rescate lo positivo no será nada sencillo. La clave aquí es, primero que nada, tener un plan corporativo donde resulte claro que el activo más valioso de tu empresa son quienes trabajan en ella; y, en consecuencia, cuando se tomen decisiones complicadas, te será más fácil explicar que suceden por el bien de la mayoría.

Yo me he preguntado más de una vez cuál es el propósito de la comunicación interna, cuando el clima organizacional resulta hostil y la estrategia de negocios deja de lado a la cultura como un eje clave de la productividad. La respuesta a esta pregunta es difusa, pues en mi conocimiento, solo hay cabida a una comunicación asertiva si el público interno se cuida como un cliente más. Tal vez hayan perspectivas diferentes, pero, ¿cómo hablar de bienestar si este no es una prioridad? Lo que quiero decir es que, ahora más que nunca,conectar todo el talento en procesos transversales es ideal para mantener la calma.

En nociones mucho más divertidas, creo que hay más de una buena idea para mantener conectado a tu talento en esta época. Comienza por recordar las cosas que más valoran tus empleados de su espacio laboral, y trata de replicarlas en el modelo de teletrabajo; vuélvete su consejero para lidiar con el encierro de forma saludable y recuérdales que estamos juntos en estas, sin dejar de lado que la evolución nos hará más fuertes. En pocas palabras, sé un líder que les recuerde que el modo de supervivencia debe consolidarnos, más que debilitarnos.

Comunicar en crisis es un reto muy particular, porque implica entender a tus audiencias con profundidad de detalle específica, cuando las respuestas deben ser inmediatas; por esto, acudir a los valores de la marca y al conocimiento preciso de las implicaciones de la situación, sumado a una transparencia casi total, es el punto de partida de volver a levantarse. Además de que, si hablamos de públicos internos, esta comunicación implica una posición de liderazgo general sobre la compañía. Y en esa idea de liderazgo, podemos incluir el rasgo de la cultura que permite que nuestros equipos de trabajo se adapten con facilidad al cambio, o por lo menos tener la capacidad de promoverlo saludablemente.

También, asumo que esta es una de las entradas más disformes que he escrito, sobre todo por el debate interno sobre cuánta información es suficiente para que un gancho sea efectivo. Por todo lo demás, contácteme para que conversemos en detalle.

¡Nos leemos!